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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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fabricantes de automóviles dedicaban una flota de vehículos a las pruebas de

choque. Tesla no podía permitirse ese lujo, y no tenía por qué hacerlo. El tercer

prototipo del Roadster se hizo un hueco en las mismas instalaciones de pruebas

de colisión utilizadas por los grandes fabricantes, que contaban con los últimos

avances en cámaras de alta velocidad y otras tecnologías de la imagen. No

obstante, muchas otras pruebas se encargaron a una empresa especializada en

simulaciones por ordenador, lo que ahorró a la compañía tener que fabricar una

flota de vehículos para realizar pruebas físicas. Asimismo, Tesla pudo disponer

de las mismas pistas de resistencia, pavimentadas con adoquines, hormigón y

objetos metálicos, que utilizaban los gigantes del automóvil. Las instalaciones

permitían simular un desgaste de diez años y 160.000 kilómetros.

Los ingenieros de Tesla solían aplicar los métodos de Silicon Valley. En el

norte de Suecia, cerca del Círculo Polar Ártico, hay una pista de pruebas de

resistencia y tracción donde los automóviles se ponen a punto en grandes

llanuras de hielo. Lo habitual era probar el automóvil durante tres días

aproximadamente, obtener los datos y volver a la sede de la empresa para

discutir durante varias semanas qué ajustes eran necesarios. El proceso completo

de puesta a punto podía durar todo el invierno. Tesla, en cambio, envió con los

Roadster a sus ingenieros, que analizaron los datos sobre el terreno. Cuando

había algo que modificar, reescribían parte del código y volvían a enviar el

automóvil al hielo. «Una marca como BMW tenía que hablar con tres o cuatro

empresas que se echaban la culpa del problema unas a otras —afirma

Tarpenning—. Nosotros los arreglábamos allí mismo.» Otra prueba requería que

los Roadster entraran en una cámara especial de refrigeración para comprobar

cómo responderían ante el frío extremo. Como Tesla no estaba dispuesta a pagar

los exorbitantes costes de utilizar una de estas cámaras, los ingenieros optaron

por alquilar un camión de reparto de helados con un gran remolque refrigerado.

Los ingenieros se ponían parkas y trabajaban en el automóvil dentro del camión.

Cada vez que Tesla interactuaba con Detroit recibía un recordatorio de

cómo la otrora gran ciudad había perdido su dinamismo. Tesla intentó arrendar

una pequeña oficina en Detroit. Los costes eran muy bajos en comparación con

los de Silicon Valley, pero la burocracia convirtió la operación en un calvario. El

propietario del edificio exigió ver los estados financieros auditados de los

últimos siete años de Tesla, que aún era una empresa privada que no cotizaba en

bolsa. Después pidió dos años de alquiler por adelantado. Tesla tenía unos

cincuenta millones de dólares en el banco y podría haber comprado el edificio

entero. «Para cerrar un trato, en Silicon Valley basta decir que cuentas con el

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