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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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Tras su llegada al Burning Man, Musk, un asiduo del evento, se aplicó a su

rutina habitual junto a su familia. Montaron el campamento y prepararon el art

car (un vehículo tuneado a propósito para el festival) para dar una vuelta. Aquel

año habían cortado el techo de un auto pequeño, elevado y desplazado el volante

hacia el centro, y sustituido los asientos por un sofá. Musk se divirtió bastante

conduciendo aquella creación estrafalaria. 2 «A Elon le gusta la naturalidad de la

gente que asiste al festival —cuenta Bill Lee, un antiguo amigo suyo—. Es su

versión de salir de acampada. Le gusta ir y conducir los art car y ver las

instalaciones y los espectáculos de luz. Baila muchísimo.» También exhibe su

fuerza y decisión. En una ocasión montaron un poste de madera de unos nueve

metros con una plataforma de baile en lo alto. Docenas de personas trataron de

trepar sin conseguirlo, y entonces lo intentó Musk. «Su técnica era muy torpe y

no debería haberlo logrado —cuenta Lyndon—. Pero se abrazó al poste y fue

ascendiendo centímetro a centímetro hasta que llegó arriba.»

Musk y los Rive se marcharon del Burning Man llenos de entusiasmo. Los

Rive decidieron convertirse en expertos en la industria de la energía solar y

hacerse un hueco en el mercado. Pasaron dos años estudiando la tecnología solar

y la dinámica del negocio, leyendo informes de investigación, entrevistando a

gente y asistiendo a conferencias. En la feria Solar Power International, los

hermanos Rive se dieron cuenta de cuál podría ser su modelo de negocio. El

evento reunió tan solo a unos dos mil asistentes; 3 un par de salas de conferencias

de hotel bastaban para alojarlos en las presentaciones y mesas redondas. En una

sesión de debate abierto ocuparon el estrado los representantes de un puñado de

las principales empresas del mundo dedicadas a la instalación de equipos solares,

y el moderador preguntó qué estaban haciendo para que las placas solares

resultasen más asequibles para los consumidores. «Todos respondieron lo mismo

—recuerda Lyndon—. Dijeron que estaban esperando a que bajase el precio de

las placas. Ninguno había decidido abordar personalmente el problema.»

En aquella época, a los consumidores no les resultaba sencillo instalar

placas solares en sus casas. Quien quisiera hacerlo tenía que mostrarse muy

proactivo, adquirir las placas y encontrar a alguien que las instalase. El

consumidor tenía que pagar por adelantado y aventurar con más o menos

fundamento si su casa recibiría la suficiente luz solar para que la inversión

mereciese la pena. Por añadidura, el público se mostraba reacio a comprar

paneles sabiendo que los modelos fabricados un año más tarde serían más

eficientes.

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