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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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deja de ser una hazaña. El vehículo se podía incluso conducir. Aquel día Tesla

celebró una reunión y Musk se subió rápidamente al volante. El resultado le

gustó lo bastante para seguir invirtiendo. Puso encima de la mesa nueve millones

de dólares más, mientras Tesla realizaba una ronda de financiación de trece

millones de dólares. En aquel momento, la empresa aspiraba a lanzar al mercado

el Roadster a principios de 2006.

Cuando, algunos meses más tarde, acabaron de construir un segundo

automóvil, los ingenieros de Tesla llegaron a la conclusión de que debían

resolver un grave problema en potencia. El 4 de julio de 2005, mientras estaban

en la casa de Eberhard en Woodside celebrando el Día de la Independencia,

pensaron que era un buen momento para comprobar lo que pasaría si las baterías

del Roadster se incendiasen. Unieron con cinta adhesiva veinte baterías,

colocaron la resistencia de una estufa eléctrica en medio del paquete y la

conectaron. «Salió disparado como si fueran cohetes», dice Lyons. En lugar de

veinte baterías, el Roadster tendría cerca de siete mil, y se horrorizaron al pensar

en las consecuencias de una explosión de ese calibre. Se suponía que una de las

ventajas de un automóvil eléctrico era evitar que la gente estuviera expuesta a un

líquido inflamable como la gasolina y a las interminables explosiones que se

producen en un motor. No era probable que los clientes más acomodados

pagaran mucho dinero por algo que todavía era más peligroso; la idea de que

algún personaje rico y famoso quedase atrapado en un incendio provocado por el

automóvil resultaba aterradora. «Fue uno de esos momentos en los que te caes

del guindo —dice Lyons—. Entonces fue cuando espabilamos de verdad.»

Tesla formó un equipo de seis personas para resolver el problema. Las

liberaron del resto de las tareas y les dieron los fondos necesarios para empezar

con los experimentos. Las primeras explosiones controladas se realizaron en la

sede misma de Tesla, donde los ingenieros las filmaban a cámara lenta. Cuando

se impuso la prudencia, Tesla trasladó las investigaciones a un área de

explosiones situada detrás de una subestación eléctrica vigilada por el

departamento de bomberos. Explosión tras explosión, los ingenieros aprendieron

mucho sobre el funcionamiento interno de las baterías. Aprendieron a montarlas

de manera que el fuego no se propagara y crearon sistemas para detener las

explosiones. Miles de baterías explotaron en el transcurso de aquellas

investigaciones, pero el esfuerzo mereció la pena. Quedaba mucho por hacer,

desde luego, pero Tesla estaba a punto de inventar una tecnología que lo

distinguiría de sus rivales en los próximos años y que se convertiría en uno de

los grandes atractivos de la compañía.

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