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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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espectáculo técnicamente viable por un coste de unos veinte millones de dólares.

Musk presentó su dimisión como director de la Mars Society y anunció la

creación de su propia organización, la Life to Mars Foundation.

La acumulación de talento presente en aquellas reuniones celebradas en

2001 era impresionante. Acudieron científicos del Jet Propulsion Laboratory

(JPL) de la NASA, así como James Cameron, quien aportó un toque de glamur a

los encuentros. Entre los asistentes se contaba asimismo Michael Griffin, cuyas

credenciales académicas eran espectaculares e incluían títulos en ingeniería

aeroespacial, ingeniería eléctrica, ingeniería civil y física aplicada. Griffin había

trabajado en In-Q-Tel —la empresa de capital riesgo de la CIA—, la NASA y el

JPL, y estaba a punto de marcharse de la Orbital Sciences Corporation, un

fabricante de satélites y naves espaciales, donde había ocupado el cargo de

director técnico ejecutivo y supervisor del grupo de sistemas espaciales. Se

podría decir que no había nadie en todo el mundo que tuviera más conocimientos

sobre el tema que Griffin, y estaba trabajando para Musk como director de

desarrollo espacial. (Al cabo de cuatro años, en 2005, Griffin se convirtió en el

jefe de la NASA.)

A los expertos les entusiasmaba la idea de ver aparecer a otro millonario

dispuesto a financiar alguna aventura espacial interesante. Debatieron las

ventajas y la viabilidad de enviar roedores al espacio y observar cómo se

apareaban. Sin embargo, a medida que se sucedieron las conversaciones, empezó

a surgir un consenso sobre otro proyecto, algo llamado «Mars Oasis». Musk

compraría un cohete y lo utilizaría para enviar a Marte una especie de

invernadero robótico. Un grupo de investigadores había trabajado ya en una

cámara de crecimiento de plantas en el espacio. La idea consistía en modificar su

estructura para que fuera capaz de absorber los elementos del regolito, la tierra

de Marte, y usarlo para cultivar una planta, que a su vez produciría el primer

oxígeno del planeta. El nuevo proyecto resultaba al mismo tiempo factible y

espectacular, lo que encantó a Musk.

Musk quería que el aparato tuviera una ventana y fuera capaz de enviar

señal de vídeo a la Tierra, para que el público viera crecer la planta. El grupo

también pensó en la posibilidad de enviar equipos a estudiantes de todo el país

para que cultivaran simultáneamente sus propias plantas y vieran con sus propios

ojos, por ejemplo, que la planta marciana crecía dos veces más rápido que las

plantas terráqueas. «La idea adoptó diversas formas durante cierto tiempo —

recuerda Dave Bearden, un veterano de la industria espacial que asistía a las

reuniones—. Se trataba de demostrar que efectivamente había vida en Marte, y

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