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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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fortuna en eBay, señaló que los ratones necesitarían una gran cantidad de queso

para recuperar energías, y le compró a Musk una pieza gigantesca de Le

Brouère, un tipo de gruyer.

A Musk no le importaba ser objeto de aquellas bromas. Cuanto más

pensaba en el espacio, más importante le parecía explorarlo. Creía que el público

había perdido en parte las esperanzas y las ambiciones que antaño había

depositado en el futuro. Para el común de los mortales, la exploración del

espacio era una pérdida de tiempo y energías y le tomaban el pelo cuando

hablaba de ello, pero Musk pensaba en los viajes interplanetarios con absoluta

seriedad. Quería inspirar a las masas y reavivar su pasión por la ciencia, la

conquista y la promesa de la tecnología.

Sus temores de que la humanidad hubiera perdido gran parte de la voluntad

de superar sus límites se reforzaron cuando Musk entró en la página web de la

NASA. Esperaba leer un detallado plan para explorar Marte, pero no encontró

absolutamente nada. «Al principio pensé que a lo mejor estaba buscando en el

lugar erróneo —declaró Musk en una entrevista para la revista Wired—. ¿Por

qué no había ningún plan, ningún calendario? No había absolutamente nada.

Parecía una locura.» Musk pensaba que en las raíces más profundas de América

estaba el deseo de la humanidad de explorar territorios desconocidos. Le dio

pena que la agencia norteamericana encargada de alcanzar ambiciosos objetivos

en el espacio y en la exploración de nuevas fronteras pareciera no tener ningún

interés real en explorar Marte. El espíritu del destino manifiesto —a saber, la

idea, acuñada en el siglo XIX, de que Estados Unidos tenía la misión de

expandirse— se había desinflado, por no decir que había llegado a un final

deprimente, y aquello no parecía importarle a casi nadie.

Como tantos otros proyectos destinados a revitalizar el alma de América y a

dar esperanza a toda la humanidad, la cruzada de Musk comenzó en la sala de

reuniones de un hotel. En aquel momento, Musk había logrado crear una red

bastante respetable de contactos en la industria espacial; a los mejores los reunía

en una serie de salones; a veces en el hotel Renaissance, en el aeropuerto de Los

Ángeles; a veces en el hotel Sheraton, en Palo Alto. Musk no tenía ningún plan

de negocio sobre el que hablar con ellos. Lo que quería era que lo ayudaran a

desarrollar la idea de los ratones y Marte, o al menos que alumbraran algo

comparable. Musk aspiraba a conseguir algo grande para la humanidad, algún

acontecimiento que captase la atención del mundo, a que la gente volviera a

pensar en Marte y a reflexionar sobre el potencial del ser humano. Los

científicos y las luminarias que acudían a las reuniones tenían que concebir un

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