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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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en el que, si caminas una milla hacia el sur, te encuentras en el paralelo en el que

la circunferencia de la Tierra es de exactamente una milla. Pocos ingenieros dan

con la segunda respuesta, y Musk se presta alegremente a guiarles por ese

acertijo y por otros, citando en sus explicaciones cualquier ecuación que sea

relevante. En general no le importa tanto que la persona adivine la respuesta

como la forma en que describen el problema y el enfoque que emplean para dar

con la solución.

Cuando habla con los posibles reclutas, Singh intenta estimularlos, sin por

ello dejar de ser directa en cuanto a las exigencias de SpaceX y de Musk. «El

gancho para el reclutamiento es que SpaceX son las fuerzas especiales —nos

dice—. Si quieres que sea tan duro como va a ser, entonces estupendo. Si no, no

deberías venir aquí.» Una vez en SpaceX, los nuevos empleados descubren

rápidamente si están a la altura. Muchos de ellos se marcharán durante los

primeros meses debido a las noventa y pico horas semanales de trabajo. Otros

abandonan porque sencillamente no pueden tolerar la franqueza de Musk y los

demás ejecutivos en las reuniones. «Elon no sabe nada de ti y no se para a pensar

si algo va a herir tus sentimientos —explica Singh—. Lo único que sabe es qué

puñetas quiere que se haga. A la gente que no se acostumbra a su estilo de

comunicación no le va bien.»

Da la impresión de que SpaceX tiene unos movimientos de personal

increíblemente elevados, y es indiscutible que la empresa hace puré un número

abundante de cuerpos. No obstante, muchos de los ejecutivos que ayudaron a

levantar la empresa llevan en ella una década o más. Entre los ingenieros rasos,

la mayoría se queda al menos cinco años para que sus opciones sobre acciones

devenguen y para ver cómo salen adelante sus proyectos. Se trata de un

comportamiento típico en cualquier empresa tecnológica. Además, SpaceX y

Musk parecen inspirar un nivel de lealtad poco corriente. Musk se las ha

arreglado para infundir en sus tropas un celo similar al despertado por Steve

Jobs. «Su visión es tan nítida —cuenta Singh—. Prácticamente te hipnotiza. Te

dirige esa mirada delirante y piensas: “¡Pues claro que podemos llegar a

Marte!”.» Llevado un paso más lejos, todo esto produce ese estado de placerdolor,

ese escalofrío sadomasoquista que supone trabajar con Musk. Muchas

personas entrevistadas para este libro se quejaron de las horas de trabajo, de la

rudeza de Musk y de sus expectativas a veces absurdas. Y aun así, todas esas

personas —incluso las que fueron despedidas— lo adoran y hablan de él en

términos que suelen reservarse para los superhéroes o las deidades.

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