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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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Javidan—. Intentábamos que viniera a conducirlo siempre que fuera posible, y él

nos podía pedir que la dirección fuese más dura o algo por el estilo antes de

volver a presentarse.»

Se fabricó cerca de una docena de alfas. Un par de ellos fue a parar a

proveedores como Bosch para que empezasen a trabajar en el sistema de

frenado, mientras que otros se emplearon en diversas pruebas y ajustes del

diseño. Los directivos de Tesla hicieron que los vehículos cambiasen de manos

siguiendo un calendario estricto, por ejemplo dando a un equipo dos semanas

para realizar pruebas en clima frío y, a continuación, enviando de inmediato

aquel alfa a otro equipo para que ajustase el sistema de propulsión. «Los chicos

de Toyota y Daimler se quedaron estupefactos —rememora Javidan—. Ellos

habrían tenido a su disposición doscientos vehículos alfa y entre varios cientos y

un millar de vehículos beta. Nosotros estábamos haciéndolo todo, desde las

pruebas de choque hasta el diseño del interior, con unos quince automóviles. No

daban crédito.»

Los empleados de Tesla desarrollaron técnicas parecidas a las de sus

equivalentes en SpaceX para enfrentarse a las exigencias de Musk. Cualquier

ingeniero con sentido común sabía que no era buena idea ir a una reunión y dar

malas noticias sin tener ya preparado algún plan alternativo. «En una de las

reuniones más terroríficas tuvimos que pedirle a Elon dos semanas extra y más

dinero para construir otra versión del Modelo S —explica Javidan—. Creamos

un plan que detallaba el tiempo que haría falta y cuánto costaría. Le dijimos que

si quería el auto en treinta días tendría que contratar a más gente, y le pasamos

una pila de currículos. A Elon no se le dice que no puedes hacer algo; te echará a

patadas de la sala. Tienes que ofrecerle un plan. Y después de que se lo

mostrásemos, dijo: “Vale, gracias”. Todo el mundo estaba en plan: “Joder, no te

ha despedido”.»

A veces, Musk abrumaba con sus peticiones a los ingenieros de Tesla. Un

fin de semana se llevó a casa un prototipo del Modelo S, y cuando volvió el

lunes tenía una lista de unos ochenta cambios. Como Musk nunca apunta nada,

la lista estaba en su cabeza, y cada semana la repasaba para ver qué habían

arreglado los ingenieros. Y se aplicaban las mismas reglas de ingeniería que en

SpaceX: o hacías lo que Musk pedía o debías estar dispuesto a repasar hasta las

propiedades de los materiales para explicar por qué algo no se podía hacer. «Él

siempre decía: “Redúcelo a la física”», recuerda Javidan.

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