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Elon Musk El empresario que anticipa el futuro

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que las quejas sobre el acabado del interior y los pequeños problemas de los

primeros modelos, problemas que se habían expuesto en los foros de Tesla y en

los tableros electrónicos de anuncios, habían creado preocupación entre los

futuros clientes. Además, la empresa no ofrecía opciones de financiación que

suavizaran el golpe de gastar 100.000 dólares en un automóvil, a la vez que no

estaba nada claro que hubiera un mercado de segunda mano para el Modelo S. El

comprador podía acabar poseyendo el auto del futuro o gastándose seis cifras en

un trasto con un paquete de baterías que se agotaba y sin poder revenderlo. Por

añadidura, los talleres de servicio de Tesla eran horribles en aquella época. Los

primeros vehículos eran poco fiables y los compradores tenían que acudir en

manada a centros que no estaban preparados para manejar aquel volumen de

trabajo. Muchos de los posibles compradores querían mantenerse al margen un

poco más, hasta estar seguros de que la empresa seguiría funcionando. Como lo

expresó Musk: «El boca a oreja sobre el auto era un asco».

A mediados de febrero de 2013, Tesla afrontaba una crisis. Si no lograba

transformar rápidamente las reservas en compras, la fábrica se tendría que parar,

lo que costaría a la empresa una gran cantidad de dinero. Y si alguien se enteraba

de que la fábrica ralentizaba la producción, las acciones de Tesla caerían en

picado, los compradores potenciales se volverían más cautos aún y los inversores

en corto ganarían. A Musk le habían ocultado la gravedad del problema, pero en

cuanto se enteró actuó de manera acorde a su estilo característico de todo o nada.

Reunió a personal de recursos humanos, del estudio de diseño, de ingeniería, de

contabilidad y de cualquier otro sitio posible y los ordenó ponerse al teléfono,

llamar a la gente que había hecho reservas y cerrar los tratos. «Si no colocamos

esos automóviles, estamos jodidos —les dijo a los empleados—. Me da igual

qué trabajo estuvieseis haciendo; vuestro nuevo trabajo es vender autos.» Puso al

cargo de arreglar los problemas de servicio a Jerome Guillen, un antiguo

directivo de Daimler. Despidió a los jefes veteranos cuyo rendimiento le pareció

insuficiente y ascendió a una oleada de jóvenes que habían realizado un trabajo

por encima de la media. También anunció personalmente que garantizaba el

precio de reventa del Modelo S. Los compradores podrían revender su vehículo

por el precio medio que alcanzaban otras berlinas de lujo similares, y Musk puso

su propio dinero como aval de aquel compromiso. Y, a continuación, intentó

organizar un mecanismo de seguridad definitivo ante la posibilidad de que las

maniobras anteriores no diesen resultado.

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