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Angusola y los cuchillos

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—Las gaviotas —repitió Prado—. Mira allá lejos. Una<br />

enorme bandada de ellas navega hacia el noroeste. ¿Qué<br />

habrá ahí? Estamos cerca del banco de la Serranilla.<br />

Morey volvió la vista hacia el lugar indicado, por la<br />

amura de estribor. En efecto, bandadas de gaviotas volaban<br />

a concentrarse en las proximidades del banco.<br />

Prado, como iluminado por alguna sospecha, mandó<br />

virar de bordo y poner proa más al norte. La línea que<br />

seguían desde Gracias a Dios era oeste-noroeste-norte.<br />

—¿Qué piensas tú? —preguntó Morey intrigado.<br />

—Nada —dijo Prado—. Algún naufragio tal vez. Esas<br />

aves buscan carnada. No se ve nada sobre el agua.<br />

Pero sus sospechas eran otras. Prado no decía nunca<br />

lo que en su cabeza no formaba un pensamiento claro.<br />

Mientras era nebu<strong>los</strong>a, niebla con lengüeta de fuego,<br />

rumiaba y callaba. Luego daba el salto —aquel salto de<br />

tigre a que lo impelían sus ideas— y nada lo detenía<br />

hasta que triunfaba o fracasaba. Pero el fracaso, aunque<br />

leve, mataba el plan original, y lo abandonaba como<br />

un cadáver flotando en el agua. Así le ocurría ahora.<br />

Otros planes nacerían en su cabeza y, a la vez, en su<br />

corazón, pero aquel<strong>los</strong> de formar una flota corsaria cubana<br />

estaban definitivamente abandonados.<br />

—Ven aquí —dijo de pronto.<br />

Morey tomó <strong>los</strong> prismáticos que le ofrecía Prado. La<br />

goleta, cargando las velas, se fue aproximando con cuidado<br />

por aquellas aguas poco profundas. De golpe dio<br />

la orden:<br />

—¡Arríen!<br />

Las velas se descolgaron rápidamente a cubierta, y la<br />

goleta, aminorando el impulso, quedó balanceándose<br />

sobre un mar quieto, con ligera espumación sobre <strong>los</strong><br />

bancos y bajos. Morey, pegado a <strong>los</strong> prismáticos contemplaba<br />

algo con intensa afición. Durante más de una<br />

hora había permanecido fijo, con <strong>los</strong> ojos de cristal clavados<br />

en un punto aún borroso en torno al cual formaban<br />

revuelo y remolino las gaviotas.<br />

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