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Angusola y los cuchillos

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—¿Pero qué clase de hombre y de contramaestre eres<br />

tú? ¿Me habré equivocado yo? Me escapé con un hombre,<br />

no con una señorita.<br />

Vigo rió, picado. Él sabía que podía ser hombre y traicionar,<br />

pero no que fuese traicionado (no por Eduvigis,<br />

sino por el inglés). Eduvigis se hizo calor en torno a Morey<br />

y le pidió que la llevara a tierra. Los dos estaban so<strong>los</strong> en<br />

la cámara del capitán, y la rubia se ciñó al segundo.<br />

—Quiero ser tuya —le dijo— y ayudarte. Tú sabes que<br />

no quiero a Vigo. Haz lo que quieras de mí, pero ten<br />

confianza. No me tengas ahí encerrada. Pero no tengas<br />

confianza si no quieres. Yo te ayudaré de todos modos.<br />

Con el tiempo tendrás confianza en mí.<br />

Al cerrar la noche fueron a tierra. Morey regresó horas<br />

después, preocupado. Eduvigis se le había perdido.<br />

Defen acababa de recorrer el buque en busca de Vigo y<br />

no lo encontraba. Dos marineros que habían sido maltratados<br />

por Vigo, escucharon, en cubierta, las palabras<br />

que se cruzaban Defen y Morey.<br />

—Esto es extraño —dijo Defen—. ¿Tú le autorizaste a<br />

ir a tierra?<br />

—No.<br />

—Desapareció de la cámara mientras yo bajaba al cuarto<br />

de máquinas. Los marineros dicen que no lo han visto.<br />

—Ese nos ha dado la mala —comentó Morey pensativo—.<br />

Y la otra con él. Me da mala espina. Es demasiada<br />

coincidencia.<br />

Prado acababa de volver a bordo y miró a Morey con<br />

gesto de acusación.<br />

—No necesitas decirme más. Me lo figuro todo. Esos<br />

se nos han fugado, como <strong>los</strong> otros.<br />

Se retiró, silencioso, a su cámara. Prefería dejar a<br />

Morey con su conciencia. Morey volvió a tierra y rebuscó<br />

todos <strong>los</strong> lugares públicos, que eran sólo dos posadas.<br />

Nadie había visto nada. Eduvigis había salido a la<br />

calle perdiéndose al fin de una calleja oscura. El fondero<br />

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