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me permitía sobreponerme al agotamiento. Pero mis ojos<br />
debieron de abrirse de espanto. No reconocía el lugar.<br />
Mis manos se movieron instintivamente para apresar<br />
algo y mi boca se rasgó en una sonrisa terrible, cuando<br />
el hijo de la hotelera entró en la oficina.<br />
(En su voz, cada vez más demudada, hay ahora un<br />
acento de verdadera locura. Se detiene como para tomar<br />
aliento. Sus dedos repican ágilmente sobre las rodillas<br />
y su sonrisa y su mirada se me figuran iguales a<br />
las que acaba de describir. Poco a poco me he ido separando<br />
de él y mis piernas en forma de muelle están dispuestas<br />
a saltar. El tambor del barracón ha dejado de<br />
oírse y la calma espectral del campo es, si cabe, todavía<br />
más sofocante. De nuevo menea la cabeza y concluye:)<br />
—Sólo ahora me lo explico. Después de entonces me<br />
ha ocurrido varias veces y, aunque no siempre se ha<br />
realizado el Hecho, siempre tuve conciencia clara de lo<br />
que iba a ocurrir. No podía evitarlo, sin embargo. ¿Cómo<br />
iba a poder? Sería como decirle al perro hidrófobo que<br />
no mordiera. Cuando el joven apareció ante mí, sentí la<br />
alegría más intensa de mi vida. Me pareció una revelación,<br />
largo tiempo esperada. Como si todos <strong>los</strong> agravios<br />
recibidos de <strong>los</strong> demás estuvieran reunidos en él y su<br />
garganta al alcance de mis manos.<br />
(Sus dedos se crispan, y en todo su cuerpo hay un<br />
leve ondeo de culebra.)<br />
—De estas manos. Nadie sabe la cantidad de presión<br />
que hay en ellas. El jefe del presidio se quedó asombrado<br />
una vez cuando se enteró que, en un intento de fuga,<br />
había doblado <strong>los</strong> barrotes de la reja. Se convenció a<br />
tiempo, sin embargo, para ordenarme que ahogara a<br />
aquel compañero. Sólo que entonces la ola no se manifestaba<br />
en mí y cuando al fin me vi forzado a hacerlo,<br />
mis ojos se llenaron de lágrimas. Sí, de lágrimas. Cosa<br />
increíble. El pobre chapo abrió <strong>los</strong> ojos espantados y<br />
quedó mudo. Luego me miró con una ternura infinita.<br />
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