Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
llevarlo a todas partes, o a ninguna. Podía llevarlo a la<br />
calzada, a la casa de Caruca, al tren, a la finca de<br />
Magüira o —en las tardes de juego y júbilo— hacia el<br />
promontorio de la calera y el río. El río le atraía. El río<br />
era una salida. El río era una gran puerta blanca, por<br />
donde escapar. Pero él aún no estaba escapando.<br />
Viró de nuevo hacia la casa de Caruca. Allí estaba<br />
todo. Todo lo que hubiese de ocurrir, en lo sucesivo,<br />
manaría de aquel cuadrángulo de viejas tablas, envueltas<br />
en bejucos, cundidas de lagartijas. Ahora Calista<br />
había desaparecido de la ventana. Estaba otra vez de<br />
pie contra el tabique. Caruca había puesto <strong>los</strong> platos<br />
(cuatro servicios) y andaba en torno, mirándola en silencio.<br />
Los ojos de Caruca estaban todavía encendidos<br />
y extraviados. Todavía movía la cabeza como una demente.<br />
Pero no hablaba. Entreabría la boca, volvía a<br />
cerrarla sin decir nada.<br />
Yayito se fijó en <strong>los</strong> platos. ¿Qué significaban? En su<br />
imaginación, uno era el reo; otro era el fiscal; <strong>los</strong> otros<br />
dos eran <strong>los</strong> jueces. O no. Mejor <strong>los</strong> ejecutores. Eran <strong>los</strong><br />
hermanos. Los hermanos grandes, serios y poderosos.<br />
Los platos esperaban a <strong>los</strong> hermanos.<br />
Santos y Leopoldo asomaron entonces a la puerta.<br />
Yayito no había tenido tiempo de agacharse. Quedó<br />
paralizado; no se atrevía siquiera a pestañear, por miedo<br />
a ser descubierto. Los dos hermanos se detuvieron<br />
en medio de la sala, mirando adelante. Caruca se hizo a<br />
un lado, emitió un chillido. Calista se apretó contra el<br />
tabique. Sus breves senos se marcaban bajo la blusa.<br />
Su breve vientre se empinaba bajo la saya. Tenía el pelo<br />
desordenado, la blusa rota por el hombro. Había sangre<br />
en su cara.<br />
Caruca dio otro chillido; la muchacha pareció estremecerse.<br />
Los hermanos avanzaron dos pasos. Caruca<br />
empezó la historia: ¿Que qué había pasado? Pregúntenselo<br />
a ella. Ella podrá decírselo. Anda, anda, anda,<br />
131