09.05.2013 Views

Angusola y los cuchillos

Angusola y los cuchillos

Angusola y los cuchillos

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

mensaje). Ella lo interpretó. El Viejo ya no existía, pero<br />

este hombre, uno de sus socios, que no habían ido en<br />

esta expedición de contrabando, tenía el encargo (o quizás<br />

se lo había dado a sí mismo) de ver como íbamos<br />

nosotros, sin darnos la noticia.<br />

Pero mamá leyó la noticia en su mera presencia. Tan<br />

pronto el hombre se hubo ido, mamá cerró la ventana,<br />

llamó a tía Aurelia. Esta me mandó entonces al Reparto<br />

con una vecina y se quedó con mamá toda la noche. Al<br />

día siguiente por la mañana fue a buscarme y me trajo<br />

nuevamente al Cerro. Mamá estaba en la salita, compuesta<br />

y sonriente como siempre.<br />

Pero ya no era siquiera como siempre. En el instante<br />

en que asomó al fondo, la vi venir lentamente, sonriendo,<br />

hacia mí, con un aire perdido. Hasta la voz era perdida,<br />

y pese a que había usado muy bien <strong>los</strong> afeites, parecía<br />

transparentarse, lívidamente, hasta <strong>los</strong> huesos. Mamá<br />

debió de leer la impresión en mis ojos; se extremó en<br />

disiparla, dándose breves impulsos, riendo, poniendo ella<br />

misma la mesa con una agilidad rígida y mecánica.<br />

Yo no pensé entonces en la muerte. Las impresiones<br />

quedaron en mí para más tarde interpretarlas, pero eran<br />

impresiones fuertes que otros podían leer entonces. Por<br />

momentos, mamá me miraba de reojo, temerosa de descubrir<br />

que yo había descubierto su gravedad, precipitada<br />

sin duda por el misterioso mensaje de la presencia<br />

de aquel hombre el día antes en la bodega. No estaba<br />

segura, pero podía pensar que, un día u otro, yo lo notaría<br />

y entonces (ya más agravada) ya no había afeites<br />

con que disfrazarlo. Así que tomó enseguida la decisión<br />

de que tía Aurelia me llevara al reparto, me dejara allá<br />

mientras volvía, por horas, a cuidarla: “No quiero que<br />

mi hijo me recuerde...”<br />

Fue entonces cuando entré yo de nuevo en la salita y<br />

(lo mismo que unos minutos antes el rostro de mamá)<br />

un hálito extraño y súbito me echó para atrás. Mamá<br />

164

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!