You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Tenía conciencia (o quizás ilusión) de esto, y le complacía<br />
reconocerlo. Pero al mismo tiempo, no había dejado<br />
un momento de sentir la urgencia de escapar, de alejarse,<br />
alejarse, hasta el fin del mundo si era posible.<br />
La luna que había alumbrado el río estaba aún más<br />
clara en el mar. En el mar producía rieles extraños y<br />
fantásticas matizaciones. Pronto habían desaparecido<br />
todos <strong>los</strong> contornos, y el mundo entero, mar y tierra, se<br />
habían fundido en una sola y vagarosa expansión. Pero<br />
Yayito todavía no había puesto en esto sus sentidos. La<br />
urgencia de escapar, escapar, lo embargaba todo. Escapar,<br />
por dentro y por fuera. Así que cuanto más se<br />
ejercitaba, cuando más se fatigaba, (sin saberlo) más<br />
libre le parecía sentirse de aquello a que escapaba, pues<br />
el mismo ejercicio, al consumir sus fuerzas, consumía<br />
también sus terrores.<br />
Pronto estaba en mar abierto, sin fin y sin principio.<br />
Pronto estaba tan lejos de la orilla, que las pocas luces<br />
que había por aquella parte, ya no eran visibles. Y pronto<br />
había virado lo bastante por la curva de la costa para<br />
no poder percibir tampoco la Farola. Pero aún seguía<br />
tirando de <strong>los</strong> remos y sintiendo, con un alivio que se<br />
iba tornando opresión, que se estaba librando de todo.<br />
El primer tropiezo ocurrió al romperse un estrobo.<br />
Yayito soltó el otro remo, que se deslizó al agua. Alarmado,<br />
trató de cogerlo, estuvo a punto de caerse por la borda.<br />
Demasiado tarde. Volvió entonces bruscamente hacia<br />
el otro, lo pescó en el aire. Luego, remando con él, dio<br />
vueltas en busca del primero y, gracias a su buena vista,<br />
a sus ojos de oro, llegó a recuperarlo. Hizo otro estrobo<br />
con la falda de la camisa, se puso de nuevo a <strong>los</strong> remos.<br />
Ahora estaba ya tan fatigado, que apenas podía mover<br />
<strong>los</strong> brazos. Le dolía todo el cuerpo, y el aliento le raspaba<br />
en el pecho. Además, se le “iba” un poco la cabeza.<br />
Miró en derredor: agua, agua, hasta donde la vista<br />
alcanzaba. Trató de precisar el norte. Nada. No había<br />
norte ni sur ni este ni oeste. Agua y agua solamente.<br />
135