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Angusola y los cuchillos

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III<br />

Pasó fuera el día y la noche. Volvió el domingo a media<br />

tarde, de nuevo afeitado, raspado. Se había cortado el<br />

pelo. Parecía haberse arrebolado. Su risa era una mueca.<br />

Se puso el traje de Palm Beach, y ordenó las cosas<br />

que dejaba: el reloj, <strong>los</strong> anil<strong>los</strong>, la cadena... Trató de<br />

explicarlo.<br />

—Eso es un lujo, y pudiera perderlo. ¿Tú sabes? No<br />

voy a necesitar<strong>los</strong>.<br />

Se estuvo una hora revolviendo sus cosas. Las sacaba<br />

de las gavetas, las ponía sobre la cama, volvía a guardarlas.<br />

Al fin se quitó el traje, se dio otra ducha. Estuvo<br />

mucho tiempo encerrado. Salió de nuevo, se puso el<br />

traje de dril cien, y dejo el otro en el perchero. Al verme,<br />

me sonrió con aquella mueca. Traté de contestarla. Luego<br />

yo misma me metí en la ducha y me pregunté si podría<br />

llorar. No podía. El llanto rebotaba dentro de mí, pero<br />

no salía. Luego me metí en la cocina. Él volvió al cuarto,<br />

se puso un cuello de celuloide. Cuando <strong>los</strong> dos salimos<br />

de nuevo a la sala, sólo pude decirle:<br />

—¡Pero Mario! ¿Adónde vas con ese traje? Digo... con<br />

ese cuello. Ya no se usa.<br />

—Tienes razón —me dijo sonriendo—.Y es incómodo.<br />

Mejor me pongo también el otro traje.<br />

Este se mancha y se arruga. Además, allá —y señaló<br />

hacia el Norte— no se lleva esto.<br />

Nos miramos un minuto a <strong>los</strong> ojos, pero ninguno reveló<br />

nada en el<strong>los</strong>. Era un hábito. Yo había mandado<br />

<strong>los</strong> niños a casa de una vecina. No quería testigos. Lo<br />

que quiera que hubiera en la despedida, no quería testigos.<br />

Que nadie viera nuestros gestos. Que nadie leyera<br />

nuestros pensamientos. Si era posible, ni nosotros<br />

mismos. ¡Cada uno solo con el<strong>los</strong>!<br />

—Bueno —dijo él, en tono jocoso—. Los héroes no<br />

gustan de las despedidas largas. No gustan de las lágrimas.<br />

Los héroes... son héroes.<br />

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