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Angusola y los cuchillos

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La “bruja” no contestó. Trató de balbucear algunas<br />

palabras y se relegó a sí misma. Aquella noche no salió<br />

a comunicarse con <strong>los</strong> haitianos. Cerró la puerta y se<br />

inclinó sobre la mesa, gimoteando.<br />

La voz y el gesto del sargento le habían impresionado<br />

más que ningún misterio. Era una realidad demasiado<br />

clara, y sin embargo más misteriosa que todos <strong>los</strong> arcanos.<br />

Se sentía sola, pequeña, desamparada, arrojada<br />

no se sabe por qué a un país remoto, humillada por un<br />

hombre que parecía tener allí más poder que todos <strong>los</strong><br />

demás. Y aquel era un poder que emanaba de él mismo,<br />

más que de su fusta, su revólver y su uniforme.<br />

Podía matarla, pensó. Podía expulsarla ignominiosamente.<br />

Podía pegarle. Todavía por la mañana tenía Alma<br />

Karlin <strong>los</strong> ojos llorosos.<br />

VI<br />

Inquietó un poco en la colonia la tardanza del administrador.<br />

Rara vez permanecía ausente por tanto tiempo.<br />

El jefe superior de campo lo sustituía en todo menos en<br />

la mecánica de la oficina. El nuevo “mayor” no interfería<br />

sus funciones. Fuera de la oficina, auxiliaba, pero<br />

no imponía normas. Y demostraba ser capaz en muchas<br />

cosas. Los sábados salía a pagar a las cuadrillas.<br />

Todavía no se había agotado el dinero, no era preciso<br />

pagar en vales; de modo que por el momento todo marchaba<br />

sin tropiezos ni rozamientos.<br />

El primer sábado después de haber hecho <strong>los</strong> pagos,<br />

Bermúdez se fue a pie por entre <strong>los</strong> barracones, y asistió<br />

a <strong>los</strong> primeros cantos y danzas de <strong>los</strong> haitianos. Estos<br />

sacrificaron algunos gal<strong>los</strong>, llevaron aguardiente de<br />

la tienda y templaron sus tambores. Frente al principal<br />

barracón, en un cuadrilátero de tierra apisonada, se<br />

organizó la fiesta.<br />

Coincidieron aquí, como espectadores, la alemana y el<br />

sargento. Alma se había sentado detrás de la orquesta,<br />

en el suelo. La orquesta la formaban acordeón, tambor,<br />

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