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algunos habían muerto y otros estaban moribundos,<br />
pero otros venían victoriosos. Ni victorias ni derrotas se<br />
reflejaban nunca en el rostro de Demetrio.<br />
Cuando tío Pablo llegó a casa se encontró un periódico<br />
atado con un hilo. Nadie sabía quien se lo había mandado.<br />
Alguien lo había tirado al portal aquella tarde. El<br />
periódico traía un cintillo, anunciando una gran victoria<br />
de <strong>los</strong> aliados. Traía otras noticias menores, pero tío<br />
Pablo no leyó más que aquella. Luego llevó el periódico<br />
a la cocina y lo quemó. La noticia no parecía haberlo<br />
afectado mucho. No parecía creer las noticias de <strong>los</strong> periódicos.<br />
—Todo eso es borra —le dijo a tía Aurelia. —La verdad<br />
no la dicen <strong>los</strong> periódicos. La verdad no está en las<br />
hojas, sino en las raíces.<br />
Al otro día cogió un cordel y se puso a medir el terreno.<br />
En seguida empezaron a llegar <strong>los</strong> postes de la cerca<br />
y <strong>los</strong> alambres, y las herramientas nuevas que había<br />
comprado. Durante varios días tía Aurelia seguía cuidando<br />
las rosas y <strong>los</strong> claveles, y vendiéndo<strong>los</strong> a <strong>los</strong> cesteros,<br />
mientras tío Pablo clavaba la cerca y preparaba<br />
el suelo para llenar todo lo que encerraba de nuevas<br />
semillas. Estas vinieron también en sobrecitos estampados<br />
con sus figuras y colores. Tía Aurelia no tenía<br />
mucha fe en <strong>los</strong> sobrecitos y no entendía nada de <strong>los</strong><br />
nuevos abonos, también de varios colores, que tío Pablo<br />
había comprado, pero estaba contenta de tener un<br />
hombre en casa que mandara e hiciera las cosas. Tía<br />
Aurelia ordeñaba la vaca y compraba pol<strong>los</strong> y se desvivía<br />
por alimentar a tío Pablo.<br />
—Pobrecito —dijo tía Aurelia. —Viene como si hubiera<br />
estado en la cárcel, o en una sepultura.<br />
En la bodega se hablaba también de tío Pablo. Él bajaba<br />
a veces, por las tardes, a comprar cigarros, y escuchaba<br />
un momento <strong>los</strong> comentarios, pero le esquivaba<br />
el cuerpo a Monet. Este era demasiado bocón y agresivo<br />
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