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La Selenita<br />
No voy a fatigar al lector con detalles accesorios. Tengo<br />
prisa de llevarlo directamente al objeto único de este<br />
cuento: la Selenita.<br />
Algunos datos previos, sin embargo, son necesarios.<br />
Como sigue:<br />
El 23 de enero del 1950 un objeto extraño, de procedencia<br />
extraplanetaria, fue a incrustarse en el flanco<br />
cavernoso de un pico de <strong>los</strong> Andes, en el hemisferio sur.<br />
Un indio argentino, Higinio Huasca, que andaba recogiendo<br />
hierbas por el borde superior de la zona de<br />
vegetación, lo vio y, al volver al pueblo comunicó, espantado,<br />
a <strong>los</strong> vecinos, su visión; y allí mismo empezó a<br />
formarse una leyenda. Para Huasca (y para nosotros)<br />
era una visita del otro mundo.<br />
Un dibujante de la ciudad de Mendoza, Pablo Serena,<br />
se hallaba entonces, por motivos de salud, en aquella<br />
parte de <strong>los</strong> Andes, y escuchó la historia de Huasca.<br />
Algunos detalles:<br />
El objeto estaba ahora empotrado en la boca de una<br />
caverna, y lo que se veía de él tenía la forma del borde<br />
superior de una popa de barco. Era de una sustancia<br />
blanco-azu<strong>los</strong>o-gris y, de noche, fulguraba como una<br />
media luna. De La Caverna (desde ahora le llamaremos<br />
así) dimanaba un sonido fino, intenso, zumbante, similar<br />
al de las aspiradoras eléctricas.<br />
De aquel lado también procedía una extraña sensación<br />
repelente, como un viento constante, sutil, que<br />
embotaba <strong>los</strong> sentidos.<br />
La segunda mañana de observación (desde otra cueva<br />
y como a un kilómetro de distancia), Serena (ya en el