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mejillas debían de haber sido rosadas como las de tía<br />
Aurelia. En efecto, era como una tía Aurelia algo más<br />
joven (pero más avejentado) en botas y pantalones. Nadie<br />
lo conocía.<br />
—Los alemanes ganarán la guerra —dijo. —Tienen que<br />
ganarla. Dios tiene que estar con <strong>los</strong> alemanes, porque<br />
son la venganza y la justicia. Los Aliados son el latrocinio.<br />
Nadie había oído jamás tales palabras en el Reparto.<br />
Monet estaba regando noticias alborozadas a un grupo<br />
en la bodega. Todos callaron, volviéndose, asombrados,<br />
hacia el desconocido. No estaban seguros de haber oído<br />
bien. El forastero se había detenido detrás de el<strong>los</strong>, escuchando<br />
a Monet, y luego se había vuelto a preguntar<br />
algo al bodeguero. Cuando tuvo la respuesta, soltó la<br />
andanada y continuó camino adelante hacia la casa y<br />
jardín de tía Aurelia. Monet no había tenido tiempo para<br />
replicar; además, estaba aturdido y cogiendo aliento.<br />
Dijo finalmente:<br />
—Ahí tienen. ¡Uno de <strong>los</strong> que habrá que asar como<br />
<strong>los</strong> puercos!<br />
Uno de <strong>los</strong> presentes era Demetrio, aunque no estaba<br />
en el grupo de Monet. Demetrio permanecía siempre<br />
aparte de <strong>los</strong> grupos, y nadie sabía qué pensaba (de la<br />
guerra ni de otras cosas). Tampoco nadie se atrevía a<br />
preguntárselo. Demetrio era el hombre que tenía un<br />
conuco contiguo al jardín de la tía Aurelia, y lo trabajaba<br />
con un chino; él mismo criaba gal<strong>los</strong>. Su conuco<br />
tampoco tenía cercas.<br />
Demetrio era un hombre enteco y poderoso; era también<br />
un hombre callado, solitario, impasible y, aunque<br />
no se sabía por qué, temido. La gente hablaba de él,<br />
pero por lo bajo. La mujer del chino era la que Demetrio<br />
le había traído del campo y se murmuraba de eso. Nadie<br />
se atrevía a hablar mucho mirando a <strong>los</strong> ojos fieros,<br />
fijos, secos de Demetrio bajo el jipi sucio y alón. Y, sin<br />
embargo, nunca llevaba cuchillo ni machete. Criaba sus<br />
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