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Angusola y los cuchillos

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se le acercaba lentamente. Luego se viró hacia el hombre<br />

grande que tenía delante.<br />

Los dos hombres se miraron un rato callados. La expresión<br />

de tío Pablo parecía vacía, pálida, ausente, perdida.<br />

Miraba al otro como si no fuera más que una parte<br />

del aire, y sus ojos se iban escapando, disueltos, hacia<br />

el monte, que se perdía, ondulando más allá del bajío.<br />

El sol disolvía sus facciones.<br />

Demetrio dejó resbalar lentamente <strong>los</strong> ojos duros por<br />

el hombrecito metido en unas botas. Todavía traía las<br />

manos en el cinto. Sus labios se separaron casi imperceptiblemente<br />

sobre <strong>los</strong> dientes grandes, fuertes y amaril<strong>los</strong>.<br />

Yo reparé que tenía en el bolsillo uno de <strong>los</strong><br />

periódicos. Tío Pablo recogió la vista y la detuvo en aquel<br />

tubo impreso que sobresalía del bolsillo de Demetrio,<br />

pero no por mucho tiempo.<br />

Como cuando se había anunciado la noticia, tío Pablo<br />

quedó clavado en el suelo, <strong>los</strong> hombros caídos, el<br />

cuerpo algo encorvado, <strong>los</strong> brazos colgando a lo largo<br />

del cuerpo. Demetrio estaba a un paso de él; estaba<br />

sacando las manos del cinto. Ninguno había dicho nada.<br />

La expresión de Demetrio no había cambiado. No tenía<br />

expresión. No tenía sentido. Sus dos manazas, abiertas,<br />

se alzaron como enormes hojas de malanga, una<br />

por cada lado de la cara de tío Pablo. Seguían subiendo,<br />

<strong>los</strong> dedos se juntaban, se doblaban hasta formar un<br />

puño todavía incompleto. Luego, a la altura de la cara<br />

de tío Pablo, formaron puños verdaderos.<br />

Demetrio había separado algo las piernas, virando un<br />

poco el busto. Uno de <strong>los</strong> puños (el izquierdo) hizo un<br />

movimiento hacia atrás, se detuvo un segundo en el<br />

aire. Tío Pablo no se había movido. Todavía parecía estar<br />

mirando a través del aire al monte lejano. El puño<br />

de Demetrio vino contra su cara, con la potencia deliberada<br />

de una mandarria. El golpe sonó seco y sin eco,<br />

alzó (al tiempo que lo inclinaba) ligeramente a tío Pablo<br />

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