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interesada. Los dos (Román y Serena) se quitaron sus<br />
trajes esquimales, y se mostraron en pantalón y jacket<br />
de cuero. También le enseñaron partes de sus cuerpos.<br />
Ella parecía fascinada.<br />
De cuerpo, la Selenita (llamémosla ya de este modo)<br />
era comparable a la más alta glamazona americana, pero<br />
no era un gigante descomunal. Su cuerpo era en extremo<br />
fluido y armonioso, con curvas firmes, majestuosas.<br />
Una de las cosas que primero impresionó a <strong>los</strong><br />
terrícolas fueron sus ojos. Eran grandes, con pestañas<br />
(aunque las cejas eran muy difusas) y cambiaban de<br />
color con la luz. Por la mañana eran verdes; a mediodía,<br />
azules, y de noche resplandecían con color de luna.<br />
Los rasgos que la distinguían más claramente de <strong>los</strong><br />
terrícolas eran aquellas “alas” u orejeras, que le salían<br />
de la parte posterior del cuello, se plegaban sobre <strong>los</strong><br />
hombros como hermosas charreteras, se extendían a<br />
<strong>los</strong> lados, ceñidas al rostro, como toca de teresiana, o<br />
se cerraban por delante cubriéndole toda la cara. Encima<br />
se formaba la rosa cresposa de su cabello (que era<br />
dorado prieto); y aquella otra insinuación de alas plegadas<br />
que le cubría las grupa hasta la corvas. En realidad,<br />
estas eran parte de su piel (quizás residuos), de la<br />
que no se separaban. Cerraban, a tope, a comienzo de<br />
<strong>los</strong> mus<strong>los</strong>. Su grupa era alta, firme, redonda y bellamente<br />
fluida. Los pies tenían una espesa cal<strong>los</strong>idad en<br />
las plantas.<br />
Menos obvio, pero más importante, era otro rasgo. La<br />
MUJER no se movía rígidamente como nosotros, con articulaciones<br />
de bisagra y su cuerpo no parecía compartimentado<br />
como el nuestro. En efecto, se diría hecha de<br />
una infinita cantidad de finísimas, firmes y flexibles<br />
mallas, íntimamente relacionadas. El color de la piel<br />
era de oro viejo. Sus labios eran gruesos casi como <strong>los</strong><br />
de las negras, y <strong>los</strong> dientes, aunque marcados, parecían<br />
todos de una sola pieza. Eran más blancos que <strong>los</strong><br />
nuestros.<br />
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