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Esperaron otra noche, y decidieron llevársela de todos<br />
modos. Ahora lucía muy abatida. Empezó a emitir sonidos<br />
largos y plañideros, como arrul<strong>los</strong> de muerte. Cuando<br />
salió la luna fue hasta una alta repisa o reborde de<br />
monte y empezó a ejecutar lo que parecía una danza ritual<br />
sofrenada, con el tambor dentro. No movía <strong>los</strong> pies<br />
pero todo el cuerpo se contorsionaba y ondulaba al tiempo<br />
que emitía continuamente aquel canto tristísimo. A<br />
interva<strong>los</strong>, se plegaba en el suelo, se quedaba inmóvil,<br />
plañiendo. Se levantaba de pronto, y parecía como si fuera<br />
a arrojarse por el precipicio, pero Román lo interpretó<br />
como parte del rito a la luna, su patria perdida.<br />
No la molestaron esa noche. Los tres terrícolas dormitaron<br />
por turno (dos velando y uno durmiendo). Al amanecer,<br />
ella estaba todavía en el alto reborde de roca, al borde<br />
(luego se dieron cuenta ) de un profundo abismo, cuyas<br />
profundas laderas eran de roca vertical. Los tres se habían<br />
echado <strong>los</strong> macutos a la espalda, para el regreso, y<br />
Román y Serena llevaban al cinto pistolas parabellum.<br />
Román se puso a hacerle señas. Ella se puso de pie,<br />
miró a su alrededor, luego al cielo, luego al abismo, luego<br />
a <strong>los</strong> picos, luego otra vez a <strong>los</strong> terrícolas.<br />
Estos en su traje de esquimales y con su equipo, lucían<br />
imponentes. Serena cometió, además, la imprudencia<br />
de disparar al aire su pistola para probarla.<br />
La Selenita empezó a dar gritos más agudos y más<br />
tristes (a oídos humanos) que nunca. Varias veces se<br />
plegó en el suelo, y se levantó de un impulso, como<br />
movida por resortes. El sol, por una abertura de nube,<br />
la bañaba, le arrancaba destel<strong>los</strong> de oro. Sus “alitas” se<br />
plegaban y desplegaban impulsivamente, ocultando y<br />
revelando su rostro.<br />
Román se acercó a ella tendiéndole <strong>los</strong> brazos. Fue<br />
entonces cuando vio el abismo. Ella emitió un sonido<br />
más grande, se plegó y, al desplegarse, se disparó al<br />
aire en un arco elegante como el de una bañista al zambullirse<br />
de un altísimo trampolín.<br />
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