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Angusola y los cuchillos

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Lo había, sin embargo. Vino una noche en que el otro<br />

parecía ya insoportable. Durante tres días Calista no<br />

había salido al camino, y el muchacho no sabía a qué<br />

atenerse. Santos y Leopoldo no habían llegado todavía<br />

y otros hermanitos de Calista andaban brincando por<br />

fuera. Era extraño que viniese la más chiquita, y no<br />

ella, a la bodega. Yayito había estado por allí, rondando,<br />

a la espera. A veces ella se desviaba por un camino<br />

que entraba en el matorral, donde él esperaba agazapado.<br />

Ella seguía de largo, informándole, de pasada de lo<br />

ocurrido. Era también un juego; tenía emoción de juego,<br />

y de guerra. Pero debía ser más fuerte que la guerra,<br />

porque a esa edad, las impresiones son más lacerantes.<br />

Nada hay tan terrible. Nada hay tan espantoso. ¡Dios<br />

mío, que no pase nada! ¡Dios mío, que nadie se entere!<br />

Yayito aguardó un rato, pero estaba impaciente y al fin<br />

decidió ir hasta la casa. Entró por detrás, del lado del<br />

monte, por un túnel de bejucos y llegó, a rastras, hasta<br />

la cerca. Alzó un poco la cabeza y miró por una brecha.<br />

Había luz dentro, en la casa. La puerta posterior estaba<br />

abierta (no tenía puerta) y una sombra danzaba locamente,<br />

desde la sala, sobre el pasillo. Yayito contuvo el<br />

aliento. Escuchó. Primero le pareció oír como un resuello.<br />

Las sombras danzaban en silencio. Por ellas no podía<br />

reconocer a nadie, pero tenían que ser de Caruca.<br />

Se arrastró a lo largo de la cerca hasta llegar, por el<br />

costado, al nivel de la ventana. Esta estaba abierta. Y ahora<br />

no sólo eran sombras. Tenían voz; tenían aliento; tenían<br />

manos. Una de esas manos sonó como una breve y furiosa<br />

ola contra una roca. Le siguió un ronquido, y dos respiraciones,<br />

una cerca de otra, jadeando. Se repitieron<br />

el chasquido y <strong>los</strong> jadeos. Luego una voz ronca y baja:<br />

—¡Perdida! ¡Tú espera, que ahora yo te voy a enseñar!<br />

Tú espera. Ahora me vas a decir quien ha sido el…<br />

Yayito alzó la cabeza, atisbó a través de las tunas.<br />

Aún no había podido percatarse de la gravedad de lo<br />

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