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cuando se quedaba seria era más seria que nadie. No había<br />
intermedios. Su risa era estallante y su seriedad era<br />
tristeza. Y un día Yayito la encontró más triste que nunca.<br />
Pero antes pasó un año, después de la escuela. Los<br />
dos salieron casi al mismo tiempo, y no había mucho<br />
que hacer para niños como el<strong>los</strong>. Él ayudaba un poco al<br />
Viejo; y Calista hacía mandados para su Vieja. Eso era<br />
todo. Quedaba mucho tiempo. Ahora casi todo el tiempo<br />
era para juego. Había muchos niños en el barrio.<br />
Alguien le había llamado el Reparto de <strong>los</strong> Fiñes, y se<br />
decía que eso era debido a alguna hierba misteriosa<br />
que crecía arrente del suelo. La gente reía.<br />
Yayito seguía bajando al río con <strong>los</strong> otros. Tenía, como<br />
todos, amigos y enemigos; pero a diferencia de todos, <strong>los</strong><br />
suyos no eran nunca bastante amigos ni bastante enemigos.<br />
Siempre se le había creído un poco despegado.<br />
Por ejemplo, no se sentaba nunca mucho tiempo en el<br />
mismo pupitre. Cambia – cambia, le decían. La fantasía<br />
lo llevaba de aquí para allá; como una vela sin gobierno.<br />
Esto mismo lo hacía simpático. Lo era para Calista.<br />
Pero la muchacha tenía en su casa algo imponente.<br />
Eran sus hermanos grandes, que llegaban y salían siempre<br />
pareados, como encabezando invisibles columnas<br />
de guerreros. Estos hombres se agrandaban aún más<br />
en su fantasía. Esta le movía de aquí para allá y, movido<br />
por ella, seguía vías extrañas y peligrosas. Era como<br />
zambullirse en el río, trepar al borde de la calera, desafiar<br />
al loco, perderse entre las cañas bravas, asustar a<br />
la maestra, espantar las gallinas, abrir las conejeras o<br />
(para otros) equilibrarse al borde de las tumbas. Era<br />
(con Calista) una aventura. Era un secreto. Era un misterio.<br />
Era (aunque el<strong>los</strong> no lo supieran) un pecado. Los<br />
duendes guiaban; el<strong>los</strong> seguían a <strong>los</strong> duendes. Y vencido<br />
un peligro, aclarado un misterio, venían otros; tentadores,<br />
desafiantes. Así se crece. Así se lucha. Así, al<br />
fin, se vence, o se es vencido. ¡Y qué hondo, qué inmenso,<br />
es el dolor de ser vencido!<br />
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