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Angusola y los cuchillos

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con la noche. Rasgaban, en dos partes, la sombra unas<br />

llamaradas, como fuegos irreales, que partían de las<br />

faldas incendiadas. El aire parecía caldo de aquella temperatura<br />

artificial que dejan las bombas electrón y que<br />

se va enfriando como la sangre coagulada, y deja en la<br />

garganta un sabor agrio de cloroformo.<br />

El comisario de compañía sintió alejarse <strong>los</strong> pasos<br />

del otro sobre la pista. Después se hizo la calma en las<br />

líneas y enseguida cundió por <strong>los</strong> caminos del valle aquel<br />

rumor sordo y difuso. Horma lo sintió como de hojas<br />

secas con garras que arrastra un viento bajo. Pasó un<br />

soplo como de bicicleta. Después, un cuerpo que se<br />

arrastra. Algo lejos galopaban cascos sobre la tierra blanda,<br />

entre las viñas. Una moto sacudió violentamente el<br />

aire, y se desvaneció. Muy alto, se produjo un ronquido<br />

de oleaje, y a poco fuegos espectrales de bengala iluminaron<br />

la vaguada.<br />

Horma no se movió. Sus impulsos eran tan débiles<br />

que temía chocar con la ropa, las costras de sangre, la<br />

noche misma. Voces sordas de multitud se enredaron en<br />

sus oídos. Algunas le parecieron familiares, pero también<br />

se le ocurrió que pudieran ser de enemigos que avanzaban<br />

por la brecha abierta en su frente, por encima de<br />

su compañía aniquilada. No obstante, el comisario permaneció<br />

inmóvil, con la pistola arrojada a su lado, el<br />

cañón contra el muslo. Pensó que si era el enemigo, allí<br />

estaba ya su puesto, que nadie le había enseñado otro.<br />

Se creía deshonrado, vencido. Por encima de su compañía<br />

podía penetrar el enemigo, abrirse luego a derecha e<br />

izquierda y en sus tentácu<strong>los</strong> las altas montañas alambradas,<br />

con sus fortines de cemento en las crestas.<br />

Dejó pasar <strong>los</strong> pasos sordos y las voces apagadas en<br />

la noche. Horas después se levantó la luna; parecía una<br />

hoz candente de ancha hoja sobre su cabeza. Cuando<br />

se hubo alzado bastante para esclarecer el cielo, comenzaron<br />

a pasar aviones. Horma pensó iban en busca<br />

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