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Angusola y los cuchillos

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El aire silbó en las hojas de <strong>los</strong> pinos como obuses del<br />

siete y medio. Horma se echó al suelo, pero pronto reaccionó,<br />

pensando que volvía a ser comisario.<br />

Los soldados descansaban de costado, con <strong>los</strong> mosquetones<br />

abrazados al pecho. Ninguno pareció reconocerlo.<br />

Horma recorrió la fila, fijándose en todos <strong>los</strong><br />

rostros, y advirtió que eran veteranos.<br />

—Son <strong>los</strong> que han defendido ayer la siete setenta y<br />

ocho —le dijo el capitán—. Están algo cansados.<br />

Horma se volvió impresionado. El que le hablaba era<br />

su mismo capitán, el de la compañía aniquilada.<br />

—Te creí muerto o prisionero —dijo el comisario.<br />

—Ya ves. Estoy vivo todavía. Para todo hay tiempo. —Y<br />

añadió—: Tenemos que recuperar la cota antes del amanecer.<br />

Horma empezó a hablar a <strong>los</strong> soldados. Lo hizo por<br />

grupos; la voz le salía trabajosamente del pecho. Los<br />

soldados volvían la cabeza, escuchaban y seguían indiferentes.<br />

Parecían hombres rendidos, a quienes nada<br />

importa ya nada. Horma dijo simplemente:<br />

—Vamos arriba.<br />

Marchó adelante. Los soldados se fueron escalonando,<br />

en pequeños grupos, de ocho en fondo. A mitad de<br />

la cuesta se abrieron en cuña. Horma se levantó en la<br />

punta de aquella cuña y esperó el parte del escucha. El<br />

enemigo había abierto hoyos profundos en torno a la<br />

cima y de allí asomaban <strong>los</strong> hocicos de las máquinas<br />

que batían toda la zona por recorrer. El terreno había<br />

sido deshollado por el fuego y la luna hacía resaltar las<br />

piedras blancas como huesos de un cementerio, y las<br />

sombras de <strong>los</strong> hombres se proyectaban, largas, sobre<br />

las piedras. La primera escuadra se echó a tierra.<br />

Las máquinas enemigas comenzaron a cantar. Comenzaron<br />

como notas breves, como una crepitación<br />

esporádica y fueron en crescendo. Las balas chocaban<br />

con las piedras y estallaban. Horma se adentró en la<br />

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