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El primer almirante*<br />
Leoncio Prado llegó a Nueva York a mediados de 1876.<br />
Llevaban <strong>los</strong> cubanos andada la mayor parte de la guerra<br />
de <strong>los</strong> diez años. Ya todas las tierras del continente<br />
se habían liberado. El Perú tenía ahora un presidente<br />
de ancho espíritu y un hijo romántico y marino. Leoncio<br />
Prado era hijo del presidente electo del Perú, don Mariano<br />
Prado. Esto ya era algo, pero el joven proponía a <strong>los</strong><br />
emigrados cubanos algo que pareció un sueño de mar.<br />
El sueño no estaba mal, pero Leoncio pedía algo sólido,<br />
que <strong>los</strong> ricos cubanos no querían soltar. Se requería<br />
algún dinero; bastante dinero, en realidad.<br />
Prado el joven era un hombre ágil e inteligente. La<br />
imaginación era en él como una hélice en perpetuo movimiento,<br />
y el calor que promovía le brillaba en <strong>los</strong> ojos.<br />
Si hoy lo vieran en la calle <strong>los</strong> cineastas creerían que<br />
era George Raft. Tenía la misma estatura, el mismo perfil<br />
atrevido y acerado, <strong>los</strong> mismos movimientos de tigre.<br />
Tenía 32 años cuando visitó a Jamaica. De allí pasó a<br />
Santo Domingo, La Habana y Nueva York; habló con<br />
emigrados, fugitivos, desesperados y soñadores. En<br />
Nueva York trató a varios revolucionarios cubanos, y se<br />
enteró de lo que pasaba en la manigua. Con aquellas<br />
narraciones volvió al Perú, a continuar su carrera, pero<br />
no pudo sujetarse en aquellas aguas. Meses después,<br />
sin advertir a nadie de sus propósitos, se embarcó para<br />
Nueva York y le habló a Aldama.<br />
—Su tierra es como un molusco sin concha —le dijo—.<br />
Demasiado sensible y vulnerable, Cuba no tiene defen-<br />
* Este cuento apareció originalmente con la denominación, debajo del título, de Cuento histórico.