You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
sucedido. Todavía no podía comprender, plenamente,<br />
lo que significaba. Había venido, simplemente, a ver si<br />
alguien <strong>los</strong> había visto juntos y se encontraba con algo<br />
tan distinto, tan inconcebible, que no tenía sentidos para<br />
captarlo. Calista estaba de espalda al tabique, y Caruca,<br />
ante ella, agitando las manos, gritando, sordamente:<br />
—¡Ahora tú vas a decírmelo, o te mato! Ahora me vas<br />
a decir quién ha sido él…<br />
Siguieron otras palabras. Yayito estaba demasiado<br />
pasmado para moverse. Caruca siguió amenazando, disparando<br />
palabras, subrayándolas, sincopadamente, con<br />
palmetadas al rostro de la muchacha. Esta estaba rígida,<br />
tiesa, inmóvil; y miraba furiosamente adelante. Pero<br />
no hablaba. No decía quién había sido. No decía nada.<br />
Caruca repetía entonces la pregunta, añadiendo, de paso,<br />
otras palabras, que servían para ir armando la historia.<br />
Yayito la fue percibiendo. ¿Era eso posible? Desde el instante<br />
en que se hizo esa pregunta estaba perdido. Más<br />
perdido y más vencido de lo que podía haber estado nadie<br />
jamás en el mundo. Era espantoso. Era horrendo.<br />
Era el fin, la catástrofe, la muerte. Era la muerte. ¿Había<br />
algo peor que la muerte? Entonces, era también ese algo.<br />
Se apartó lentamente. No echó a correr, porque no<br />
había adonde escapar. No había nada. El mundo estaba<br />
vacío. No había mundo. No había nada. Era el espanto.<br />
Tomó, temblando, el camino de su casa. A esa hora,<br />
Genciana, la Vieja, estaría haciendo la comida; y el Viejo<br />
estaría charlando en la bodega. Rosarito, la menor,<br />
andaría por casa; y Soledad, la mayor, regresaba tarde<br />
de servir. Yayito entró por uno de <strong>los</strong> solares vacíos, dio<br />
la vuelta, entró por el traspatio. No es que pensara volver<br />
así, tranquilamente, a su casa. No había casa. No<br />
había familia. No había nada. O más bien, sí; <strong>los</strong> había<br />
a todos, y todos estarían por ahí, en todas partes,<br />
saliéndole al paso, apuntándole con el dedo, mofándose,<br />
acosándolo… cuando lo supieran. Porque aún no lo<br />
127