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Angusola y los cuchillos

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Lelia. Porfiaba con ella por la luna del ropero y por el<br />

baño. Pronto empezó a insinuar que debían mudarse más<br />

arriba, al barrio rico, a una casa más grande. Podía dejarle<br />

esta a la abuela, ahora que Floro estaba subiendo.<br />

Felicia fue la primera en decírselo a la abuela. Romu<br />

paraba poco en casa. Felicia pensaba que todos eran<br />

demasiado duros con la vieja, pero ella misma no tenía<br />

paciencia. Ya no la invitaba cuando venía a la hora del<br />

almuerzo. Romu había dicho:<br />

—Por darme en la cabeza. Por hacerse el mejor hijo.<br />

Es lo único que se puede hacer mejor. Floro el santo.<br />

Floro el malo. Floro Salcinas; Salcinas el malo.<br />

Romualdo había reído con risa quebrada y venenosa.<br />

Anselma llegó en ese momento y vio su cara verde y<br />

descompuesta. Era el odio verde y descompuesto hacia<br />

su hermano.<br />

Las dos nueras se habían ido allanando. Cada una<br />

había ido tirando más y más hacia su hombre, y estos<br />

habían ido tirando en direcciones opuestas. Todavía se<br />

visitaban, y en <strong>los</strong> santos y cumpleaños comían juntos.<br />

Se odiaban, pero era como si temieran declararse su<br />

odio, odio que (empezó a pensar Anselma) rebotaba entonces<br />

sobre ella, hacia ella, acumulado, sordo, bajo y<br />

descompuesto. Nadie la quería. Todos la botaban. Pero<br />

ahora ya no podía volver al pueblo. No podía seguir,<br />

allá, siendo carga de unos extraños. Ahora Dios la había<br />

llamado, a la iglesia grande, pero todavía no quería<br />

ir más allá. Se apegaba a la vida. No quería morirse.<br />

Eran el<strong>los</strong> <strong>los</strong> que la empujaban hacia Él: alejándose de<br />

Él con este acto.<br />

Ligia era la avanzada. A ella no le estorbaban reglas<br />

ni recuerdos. La vieja era una extraña y la agredía, ya,<br />

abiertamente. Un día (ahora Anselma comía siempre en<br />

su cuarto sola) vino a traer el plato y derramó un resto<br />

de sopa en el cuarto.<br />

—¡Vieja asquerosa! —saltó Ligia— ¡Cuándo acabará<br />

de morirse!<br />

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