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El cuarto de morir<br />
Anselma no lo advirtió bien al principio. Floro le había<br />
escrito al pueblo diciéndole que viniera a La Habana.<br />
En el pueblo ayudaba en la venduta que había sido suya<br />
y que había vendido hacía tiempo. Disimuladamente, a<br />
veces pedía limosna. Era vieja y todos sus hijos (hasta<br />
siete) se habían regado o muerto. Ahora sólo sabía de<br />
dos: Floro y Romualdo. Le habían enseñado periódicos<br />
donde estaban sus nombres. Le habían dicho que sus<br />
nombres sonaban por el radio. Luego, debían de ser<br />
personajes. Ella tenía 87 años, y desde ahora sería una<br />
carga para el<strong>los</strong>. Pero Floro le había escrito diciendo<br />
“aquí todos la queremos” y mandándole para el tren.<br />
Los demás de <strong>los</strong> “todos” debían de ser las dos nueras,<br />
Lelia y Felicia, y una nieta (hija de Floro y Lelia) que se<br />
llamaba Ligia. Era una carta cariñosa. Floro la fue a<br />
buscar a la terminal y le dio un abrazo. Luego la llevó a<br />
casa de Romualdo, y Felicia la besó en la mejilla, y luego<br />
también la besó Lelia. Sólo la nieta, Ligita, se mostró<br />
fría, pero seguramente era la edad, Ligia tenía 18 años<br />
y podía permitirse esas cosas. Era linda. Alzaba ya más<br />
que la madre, Lelia. Ligia salió en seguida a la calle, como<br />
brava, cimbreándose. Lelia se puso seria mirándola.<br />
Lelia le preparó el cuarto del fondo, que tenía puerta<br />
al pasillo. Era un buen cuarto. Ligia lo había ocupado<br />
hasta ahora, y aun olía a sus perfumes (pero Anselma<br />
no tenía olfato para eso ). Había que dárselo. A Lelia le<br />
dolía quitárselo a la muchacha, pero no había remedio.<br />
Ella era la nuera, y las nueras son siempre malas, y por<br />
tanto tenía que ser aún mejor que <strong>los</strong> hijos. Floro se<br />
había encaprichado en traerla.