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Angusola y los cuchillos

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Para él era una insinuación, un índice frente al mañana,<br />

mago portador de tesoros burgueses, y de una burguesita.<br />

Una burguesa cualquiera. Bastábale con que<br />

tuviese ojos de gacela, una mariposa roja en <strong>los</strong> labios,<br />

y andar evocador. Todo ese despertar de promesas que<br />

sólo para una parte de <strong>los</strong> hombres llega a su plena<br />

realización. Él temía no estar incluido en esa parte; pero<br />

vivía, y no le era posible renunciar a la esperanza, mientras<br />

oía su propia voz y la reconocía como suya. Pero,<br />

¿y el medio? Se preguntaba cien veces. Y en respuesta<br />

se esforzaba por urdir un crucigrama de vías conducentes<br />

todas a un punto cuyo envolvente era el vacío.<br />

Se condicionaba, por ejemplo: si hiciera una novela... si<br />

aprendiera a cantar como aquel Benito, del pueblo, que<br />

lo contrató una compañía de ópera; si se hiciera pelotero,<br />

o aviador... Y, en último caso, si pudiera boxear... Pero<br />

entonces despertaba. El vecino de al lado tocaba a su<br />

puerta con <strong>los</strong> nudil<strong>los</strong> que sonaban como dedales de<br />

hierro, y allá iba Pablo triste, estregándose <strong>los</strong> ojos<br />

dormilones, tranqueando al par de su compañero, camino<br />

del mercado. Algún día hubo de decirle este: —Oye,<br />

chico, esta vida me tiene hasta el gaznate, o tal. ¿Quieres<br />

que hagamos una cosa?<br />

Pablo adivinó una monstruosidad tras aquel preludio<br />

intensamente breve, y se anticipó a disuadir a Pepe de<br />

tales tentaciones, señalándole el peligro, la vergüenza y<br />

el deshonor de tales prácticas. Cuando hubo terminado,<br />

Pepe desprendió una risa franca y amistosa, y continuó<br />

su proposición: él tenía algunos pesos; su propósito<br />

era invertir<strong>los</strong> en algo lucrativo que le permitiera vivir<br />

más decentemente. Un turco amigo suyo, empleado en<br />

un taller de ropa le había pintado las excelencias de<br />

aquel negocio, comprometiéndose a regirlo seguramente<br />

hacia un éxito sin vacilaciones... ¿Por qué no emprender<br />

algo? Así continuó: —Y con algo que tú tienes<br />

guardao...<br />

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