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encontré rostros extraños. Pero <strong>los</strong> viejos mayorales eran<br />
<strong>los</strong> mismos. Uno de estos, antiguo amigo de mi padre<br />
allá en Vueltabajo, había ascendido a jefe de campo, y<br />
me acogió en su casa de madera recién pintada, junto a<br />
la línea del tren. Excuso decir la serie de preguntas que<br />
me hicieron él y su familia. Es notable, sin embargo, que<br />
todos conocían, por las señas, al hombre de quien iba<br />
huyendo. Por el<strong>los</strong> vine a saber su verdadero nombre: se<br />
llamaba Ramiro, y aunque nadie conocía la primera causa,<br />
se sabía que, efectivamente, había estado en presido.<br />
Últimamente se le atribuían algunos casos de asalto,<br />
y la voz se había corrido por toda la provincia.<br />
Algo todavía sorprendente vino a cerrar el círculo de<br />
aquel caso. A <strong>los</strong> pocos días de estar empleado como<br />
auxiliar en la tienda de aquella colonia, llegó allí la noticia<br />
de lo ocurrido en la tienda de la otra, la noche que<br />
intentáramos asaltarla. El que dio la noticia —la verdad<br />
sólo el jefe del campo y yo la sabíamos— fue un carretero.<br />
Era el mismo que nos había abierto paso en el corro<br />
y que al otro día fue despedido. Entonces vino al mismo<br />
lugar donde yo estaba a pedir trabajo. Según su versión,<br />
todo el mundo había reconocido a mi compañero,<br />
pero nadie sabía quién era el que iba con él… Algún<br />
infeliz, probablemente. Dijo además que la rural no había<br />
podido encontrar rastro de <strong>los</strong> ladrones.<br />
Esto me intrigó por saber el paradero del hombre.<br />
Tenía la intuición de que se habría caído al arroyo y de<br />
que estaría allí, varado en alguna rama de árbol. Esta<br />
noción permaneció en mí hasta el domingo siguiente,<br />
en que pude convencer al jefe y a un hijo suyo a que me<br />
acompañaran. Ocupaciones especiales —el establecimiento<br />
de una nueva tienda para cambiar vales en la<br />
colonia— nos impidieron ir por el día; pero al anochecer<br />
montamos a caballo y partimos en aquella dirección.<br />
Fuimos un poco al azar, buscando el rumbo por<br />
la conformación del terreno, tal como lo recordaba yo,<br />
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