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Angusola y los cuchillos

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por el costado una boca grande y desigual que se estaba<br />

reduciendo rápidamente. Román no vio a <strong>los</strong> que lo<br />

hacían, pero un instrumento a modo de periscopio flexible,<br />

o de trompa, salía de dentro, se ceñía a la roca y la<br />

modelaba y trabajaba como si fuera de cera. El instrumento<br />

no martillaba; le bastaba con tocarla, oprimirla,<br />

para que la dura materia cediera sin resistencia. El sonido<br />

era el mismo zumbido conocido. Román se quedó<br />

toda la noche aplastado en el pliegue de roca más próximo<br />

a aquel flanco, y otra vez vio salir a <strong>los</strong> “hombrecitos”<br />

(que en verdad parecían bastante anchos), pero <strong>los</strong> picos<br />

estaban envueltos en nubes y no había visibilidad<br />

bastante. Notó, sin embargo, que no se movían en forma<br />

continuada, sino a impulsos breves y concertados.<br />

Persistía el crujir irritante producido por sus movimientos.<br />

Román dijo que le daba dolor de dientes.<br />

Después de esto sólo quedó el eterno zumbido, más<br />

remoto. Román conjeturó que el aparato (platívolo, o lo<br />

que fuera) había sufrido alguna avería y que estaban<br />

tratando de repararlo. Por las noches montaban algún<br />

instrumento en un pico alto, con el que parecían tratar<br />

de comunicarse con el cielo. También emitieron señales<br />

lumínicas, que eran exactamente como relámpagos. Los<br />

observadores no advirtieron ninguna respuesta.<br />

Por entonces Román se estaba impacientando, y cometió<br />

el error de montar un magnavoz en la parte más próxima<br />

a La Caverna. Tan pronto como <strong>los</strong> visitantes volvieron<br />

a aparecer aquella noche, empezó a “hablarles”. El sonido<br />

de la voz humana se amplió descomunalmente en aquellas<br />

cavernosidades andinas, tanto, que Huasca dijo que<br />

había quedado momentáneamente sordo.<br />

Esto fue el espanto para <strong>los</strong> visitantes. Por otra parte,<br />

el zumbido había cesado casi por completo, lo que dio<br />

lugar a la conjetura de que habían abandonado el empeño<br />

de reparar el aparato. (Un físico danés, el doctor<br />

Pasvrai, dedujo luego que la nave, habiendo perdido<br />

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