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Angusola y los cuchillos

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Más bien podía ser sobra de imaginación que falta de<br />

valor o de fuerza. No era muy robusto ni muy grande,<br />

pero tampoco patato ni enclenque. Era un niño mediano,<br />

de grandes ojos, llenos de luz, como <strong>los</strong> de su padre,<br />

el Oriental; y la tez rosada como la de su madre, la<br />

Gallega. No era torpe ni tardo, pero se distraía, y prefería<br />

siempre <strong>los</strong> alrededores de las cosas y las personas<br />

a su centro. Pero era afable, y era especialmente bien<br />

acogido en casa de Caruca, la negra, que tenía dos hijos<br />

grandes como columnas y duros como hierros.<br />

Caruca tenía también hijos menores, entre estos, Calista,<br />

dos años mayor que Yayito. Se llevaba él bastante bien<br />

con Calista; quizás porque una vez, jugando, habían<br />

llegado, por entre las cañas bravas, hasta la Cabaña<br />

del Loco, al borde de la Calera, y se habían caído, escapando,<br />

por la barranca. Juntos se habían salvado, y<br />

Calista había llegado a casa, blanca de cal, como un<br />

fantasma. Dio mucho que reír. Tanto, que <strong>los</strong> dos empezaron<br />

a sentirse fantasmas, y a jugar a <strong>los</strong> fantasmas,<br />

llegando de nuevo hasta la Cabaña del Loco, cuando estaba<br />

vacía, y regresando de noche.<br />

Pero esto no era extraño. Yayito podía hacerlo para<br />

espantar el miedo a <strong>los</strong> fantasmas. Pues si un día iba a<br />

jugar al cementerio, y se caía dentro, quizás en una<br />

tumba, se moriría de miedo. Por eso convendría entrenarse.<br />

Muchos otros hacían lo mismo. Algunos se escurrían,<br />

incluso, bajo el bajareque de la escuela, montado<br />

sobre poyos, y trataban de asustar a la maestra cuando<br />

se quedaba allí rezagada. Era muy cómica aquella<br />

maestrica. Había niñas más altas y, desde luego, más<br />

gruesas que ella. También vivía en el reparto. Le llamaban<br />

La Bijirita.<br />

Calista, en cambio, era una negrita espigada, de largas<br />

y rectas piernas, cara redonda y facciones tan finas,<br />

que parecía pintada.<br />

Se ponía <strong>los</strong> trapos más vistosos que hallaba en casa<br />

y reía con grandes dientes blancos a todas horas. Pero<br />

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