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Angusola y los cuchillos

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ejemplo. El ejemplo de un ladrón, de un ex presidiario...<br />

¿Eh? ¿No te parece interesante? Pues oye: no estoy<br />

satisfecho de ello. No fui yo el que lo quiso así. Hay<br />

algo dentro de nosotros que manda en la sombra. ¿Ves<br />

aquella loma, donde el cañaveral parece más amarillo?<br />

Detrás hay un vasto llano, y más allá se levantan las<br />

torres de un ingenio. De ese lugar hui yo hace 30 años.<br />

Entonces no había ingenio allí ni nada. Era manigual, y<br />

luego comenzaba el potrero de mi padre. Él mandaba<br />

hatos de ganado y en la vecindad había otros propietarios<br />

que tenían casas e hijas en ellas, que daban gusto.<br />

Todavía recuerdo una vez... Pero, oye —volvió alzar la<br />

voz—, oye. Yo dejé todo aquello y comencé a vagabundear.<br />

Me hice marinero y por mucho tiempo no supe<br />

nada de el<strong>los</strong>. Me fui al Norte, me enrolé en un barco<br />

mercante, desembarqué en cien puertos y no pensé en<br />

regresar más a Cuba. Lo hice, sin embargo. ¡Cosa rara!<br />

Lo hice y a mi llegada me veo envuelto en otro lío... Fue<br />

algo parecido al otro, sólo que más grave para mí. Pero<br />

¿a qué saltar las cosas?<br />

Pues bien, detrás de esa loma, que es de donde venimos<br />

huyendo, vivía yo. Tenía entonces 16 o 18 años. No<br />

recuerdo bien. La casa de mis padres era de tablas, pintada<br />

de verde, y yo me pasaba el tiempo allí, leyendo<br />

folletines que un tío me mandaba desde La Habana, y<br />

soñando con una vida sin accidentes. Ironías del destino.<br />

Yo era débil, saltador, y de una susceptibilidad que<br />

me impedía el trato con <strong>los</strong> demás jóvenes del Sitio,<br />

generalmente cabalgadores y quimeristas. Yo sabía que<br />

no podría nunca alternar con el<strong>los</strong>. Mi padre lo sabía<br />

también, y hasta creo que se avergonzaba de hablar de<br />

mí. Nunca me obligó a trabajar. Lo que se había dicho<br />

era que yo padecía una enfermedad crónica, que no me<br />

permitía recibir agitaciones fuertes. Cierto. Nunca me<br />

había visto con ningún médico, y mi mal no estaba en<br />

la carne, pero era cierto. El pelo me crecía demasiado,<br />

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