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El reino vándalo de Africa<br />

Uno de los reinos de más breve duración fue el que establecieron los vándalos al norte de Africa. Y sin embargo, su<br />

corta existencia fue de gran importancia para la <strong>historia</strong> de la iglesia. Al mando de Genserico, los vándalos tomaron la<br />

ciudad de Cartago en el 439, e hicieron de ella la capital de su reino.<br />

Pronto éste se extendió a toda la mitad occidental de la costa norte de Africa. Desde allí emprendieron una serie de<br />

incursiones que pronto los hicieron árbitros de la navegación en el Mediterráneo oriental. Así se hicieron dueños de Cerdeña,<br />

Córcega y, por algún tiempo, Sicilia. Por fin, en el 455 tomaron y saquearon la ciudad de Roma. Y en ese caso el<br />

estropicio fue aún mayor que cuando Alarico y los godos tomaron la ciudad.<br />

Genserico era arriano convencido, y por tanto trató de forzar a sus súbditos a aceptar la fe arriana. Puesto que en los<br />

territorios que había conquistado había muchos creyentes católicos (así como donatistas, según hemos narrado en la<br />

sección anterior), pronto se desató la persecución. Todas las iglesias fueron confiscadas y entregadas a los arrianos, al<br />

tiempo que se expulsaba <strong>del</strong> país a los obispos católicos.[Vol. 1, Page 249]<br />

A la muerte de Genserico, en el 477, le sucedió Unerico, quien al principio fue más comedido en su política religiosa.<br />

Pero Genserico había establecido toda una jerarquía arriana, bajo la dirección de un patriarca de Cartago, y cuando<br />

hubo un conflicto entre dicho patriarca y el obispo católico de la ciudad la persecución se desató con más fuerza que<br />

antes. Unerico les prohibió a sus súbditos vándalos hacerse católicos o asistir al culto católico. Poco después prohibió<br />

enteramente el culto católico, y expulsó a los obispos y a buena parte <strong>del</strong> clero de esa persuasión. Muchos fueron torturados,<br />

y a algunos se les cortó la lengua. Fue por razón de esta persecución que el término “vandalismo” adquirió el sentido<br />

que hoy tiene.<br />

Unerico murió en el 484, y entonces amainó la persecución. La política <strong>del</strong> rey Trasamundo fue dejar que el catolicismo<br />

muriera por sí sólo, sin perseguirlo abiertamente. Con ese propósito continuó la prohibición de que los vándalos se<br />

hicieran católicos nicenos, y promovió debates entre los católicos y los arrianos. En tales debates el obispo Fulgencio de<br />

Ruspe salió a relucir como uno de los grandes defensores de la ortodoxia.<br />

Por fin, bajo el gobierno de Ilderico, se les dio más libertad a los católicos. Fulgencio de Ruspe se puso a la cabeza<br />

de un movimiento renovador, y junto al obispo Bonifacio de Cartago convocó a un sínodo que se reunió en el 525.<br />

Pero el reino de los vándalos estaba destinado a desaparecer pronto. La porción oriental <strong>del</strong> Imperio Romano, con<br />

su capital en Constantinopla, estaba gozando de un nuevo despertar bajo el reinado de Justiniano. Uno de los sueños de<br />

Justiniano era restaurar la perdida unidad <strong>del</strong> Imperio, y por ello tan pronto como los vándalos le dieron ocasión para ello<br />

envió a su general Belisario al mando de una flota que se apoderó de Cartago en el 533, y pronto destruyó el reino vándalo.<br />

A partir de entonces el arrianismo fue desapareciendo <strong>del</strong> norte de Africa.<br />

Todo esto, sin embargo, tuvo funestas consecuencias para la iglesia en la región. Ya hemos señalado en la sección<br />

anterior que la iglesia en el norte de Africa se hallaba dividida a causa <strong>del</strong> cisma donatista. Ese cisma persistía aún. A<br />

ello vino a sumarse ahora medio siglo de gobierno arriano, y una nueva conquista por parte de tropas que en fin de cuentas<br />

eran casi tan extranjeras como los vándalos mismos. El resultado de todo esto fue que la región quedó tan dividida, y<br />

el <strong>cristianismo</strong> en ella tan debilitado, que la conquista árabe siglo y medio después fue relativamente fácil, y después de<br />

esa conquista la fe cristiana desapareció.<br />

El reino visigodo de España<br />

En sus primeros tiempos, el reino visigodo se extendía a buena parte de lo que hoy es Francia, y su capital estuvo<br />

en ciudades francesas tales como Tolosa y Burdeos. Pero a principios <strong>del</strong> siglo VI el reino de los francos, bajo la dirección<br />

de Clodoveo, comenzó a ensancharse hacia el occidente a expensas de los visigodos. En el 507, en la batalla de<br />

Vouillé, Clodoveo los derrotó y dio muerte a su rey Alarico II. A partir de entonces, el reino de los visigodos se fue replegando<br />

cada vez más, hasta que llegó a ser un reino casi puramente español.[Vol. 1, Page 250]<br />

Por otra parte, no toda España estaba en manos de los visigodos, pues los suevos conservaban aún su independencia<br />

en la esquina noroeste de la Península. Al establecerse allí, los suevos eran paganos. Pero pronto se hizo sentir la<br />

presencia de los antiguos habitantes de la región, que eran católicos, así como de los vecinos visigodos, que eran arrianos.<br />

Por tanto, algunos suevos se hicieron católicos, y otros se hicieron arrianos. La conversión definitiva <strong>del</strong> reino al<br />

catolicismo tuvo lugar alrededor <strong>del</strong> año 550, cuando el rey arriano Cararico le pidió a San Martín de Tours (cuya vida<br />

hemos narrado en la sección anterior, y cuya memoria era muy venerada en la región) que sanase a su hijo enfermo.<br />

Cuando su hijo se curó, Cararico se hizo católico, como lo había sido Martín de Tours. Entonces tomó por consejero en<br />

asuntos religiosos al abad de un monasterio cercano, Martín, a quien hizo arzobispo de Braga. Puesto que esa ciudad<br />

era la capital <strong>del</strong> reino, Martín de Braga quedó al frente de toda la iglesia en el país, y se dedicó a persuadir a todos de la<br />

verdad de la doctrina trinitaria. A su muerte, en el año 580, el arrianismo casi había desaparecido. Mientras tanto, el reino<br />

de los visigodos se había establecido firmemente en el resto de la Península Ibérica, expulsando a los vándalos y some-

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