justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1
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sentante de la posición relativamente conservadora, discutiremos brevemente a San Buenaventura, y después pasaremos<br />
a exponer los principios fundamentales de la otra posición, según tomaron forma en Santo Tomás de Aquino.<br />
San Buenaventura<br />
Juan de Fidanza era su nombre, y nació en Bañorea, Italia, en el 1221. Se dice que cuando era niño enfermó gravemente,<br />
y su madre se lo prometió a San Francisco (quien había muerto poco antes), y le dijo que si salvaba a su hijo éste<br />
sería franciscano. Cuando el niño sanó, la madre dijo: “ ¡Oh, buena ventura! ” Y de ese incidente se deriva el nombre por<br />
el que la posteridad lo conoce.<br />
Buenaventura hizo sus estudios universitarios en París, y fue también allí donde tomó el hábito franciscano. En el<br />
1253, después de pasar varios años dando conferencias y comentando sobre las Escrituras y las Sentencias, recibió el<br />
doctorado. Cuatro años después los franciscanos lo eligieron como ministro general, cargo que ocupó con gran distinción<br />
hasta el 1274. Era la época de la lucha con los franciscanos “espirituales”, y la firmeza y moderación de Buenaventura le<br />
han valido el título de “segundo fundador de la orden”.<br />
En el 1274 fue hecho cardenal, y por ello renunció a su posición como ministro general. Se cuenta que, cuando le<br />
dieron aviso <strong>del</strong> honor que acababa de recibir, estaba ocupado en la cocina <strong>del</strong> convento, y le dijo al mensajero: “Gracias,<br />
pero estoy ocupado. Por favor, cuelga el capelo en el arbusto que hay en el patio”. Por esa razón, uno de los símbolos<br />
de Buenaventura es un capelo cardenalicio colgado de un arbusto. A los pocos meses de recibir este honor, Buenaventura<br />
murió, mientras asistía al Concilio de Lión.<br />
Buenaventura, a quien se le ha dado también el nombre de “Doctor Seráfico”, era ante todo un hombre de profunda<br />
piedad. Quien lee sus obras de teología sistemática, sin leer las que tratan acerca de los sufrimientos de Cristo, pierde lo<br />
mejor de ellas. Y quien lee sus escritos sistemáticos y conoce la profundidad de su devoción ve en ellos dimensiones<br />
que de otro modo pasarían inadvertidas. Este es el sentido de una de las muchas leyendas acerca de él, según la cual<br />
cuando su amigo Santo Tomás de Aquino le pidió que lo llevase a la biblioteca de donde tomaba tanta sabiduría, Buenaventura<br />
le mostró un crucifijo y le dijo: “He ahí la suma de mi sabiduría”.[Vol. 1, Page 432]<br />
La teología <strong>del</strong> Doctor Seráfico es típicamente franciscana, por cuanto es ante todo “teología práctica”. Esto no quiere<br />
decir que se trate de una teología utilitaria, que sólo se interesa en lo que tiene aplicación directa, sino que su propósito<br />
principal es llevar a la bienaventuranza, a la comunión con Dios. Los primeros maestros franciscanos, siguiendo en<br />
ello al fundador de su orden, no tenían mucha paciencia con la especulación ociosa. Para ellos el propósito de la vida<br />
humana era la comunión con Dios, y la teología no era sino un instrumento para llegar a ese fin.<br />
Además, siguiendo en ello la tradición establecida en su época, Buenaventura era agustiniano. El Santo de Hipona<br />
era su principal mentor teológico. Esto puede verse particularmente en el modo en que el Doctor Seráfico entiende el<br />
conocimiento humano. Este no se logra mediante los sentidos o la experiencia sino mediante la iluminación directa <strong>del</strong><br />
Verbo divino, en que están las ideas ejemplares de todas las cosas.<br />
Por esas razones, Buenaventura no se mostró muy dispuesto recibir las nuevas ideas filosóficas, con su inspiración<br />
aristotélica y lo que le parecía ser su inclinación racionalista. Como Anselmo había dicho mucho antes, Buenaventura<br />
creía que para entender era necesario creer, y no viceversa. Así, por ejemplo, la doctrina de la creación nos dice cómo<br />
hemos de entender mundo, y guía nuestra razón en ese entendimiento. Precisamente por no conocer esa doctrina Aristóteles<br />
afirmó la eternidad <strong>del</strong> mundo. Dicho de otro modo, Cristo, el Verbo, es el único maestro, en quien se encuentra<br />
toda sabiduría, y por tanto todo intento de conocer cosa alguna aparte de Cristo equivale a negar el centro mismo <strong>del</strong><br />
conocimiento que se pretende tener.<br />
En todo esto, Buenaventura no era sobremanera original. Ese no era su propósito. Lo que él pretendía hacer, e hizo<br />
con gran habilidad, era mostrar que la teología tradicional, y sus fundamentos agustinianos, eran todavía válidos, y que<br />
no era necesario capitular ante la nueva filosofía, como lo hacían los “arroístas latinos”.<br />
Santo Tomás de Aquino<br />
Quedaba empero otra alternativa, que no era la de los “averroístas” ni la de los agustinianos tradicionales. Esa alternativa<br />
consistía en explorar las posibilidades que la nueva filosofía ofrecía de llegar a un mejor entendimiento de la fe<br />
cristiana. Este fue el camino que siguieron Alberto el Grande y su discípulo Tomás de Aquino.<br />
Alberto, a quien pronto se le dio el título de “el Grande”, pasó la mayor parte de su carrera académica en las universidades<br />
de París y Colonia, aunque esa carrera se vio interrumpida repetidamente por los muchos cargos que ocupó en<br />
la iglesia, y las diversas tareas que se le asignaron. En el campo de la teología, Alberto tuvo la osadía de dedicarse a<br />
estudiar un sistema filosófico que la mayoría de los teólogos de su tiempo consideraba incompatible con el <strong>cristianismo</strong>.<br />
Aunque su obra no llegó a cristalizar en una síntesis coherente, sí sirvió para abrirle el camino a Tomás, su discípulo.<br />
Como hemos dicho, una de las cuestiones que se debatían entre los filósofos de la Facultad de Artes de París era la<br />
de la relación entre la fe y la razón, o entre la teología y la filosofía. Mientras los “averroístas” decían que la razón era