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Nueve años más tarde dio muestras de su antiguo interés por el país de los anglos enviándoles una misión de varios<br />

monjes encabezada por Agustín, procedente <strong>del</strong> mismo monasterio a que había pertenecido Gregorio antes de ser papa.<br />

Tras algunas vacilaciones, Agustín y los suyos llegaron al reino de Kent, en la Gran Bretaña. El rey de ese país era<br />

Etelberto, quien se había casado con una princesa cristiana y había dado muestras de favorecer la predicación <strong>del</strong> <strong>cristianismo</strong><br />

en sus territorios. Al principio los misioneros no lograron muchos conversos. Pero cuando por fin el propio Etelberto<br />

se convirtió siguió una conversión en masa. En Canterbury, la capital de Kent, se fundó un arzobispado, y Agustín<br />

fue el primero en ocuparlo. A su muerte, menos de diez años después de su llegada a la Gran Bretaña, todo el reino de<br />

Kent era cristiano, y había conversos en todas las regiones vecinas.<br />

El proceso de conversión de los siete reinos, sin embargo, no tuvo lugar sin dificultades y oposición. En el propio caso<br />

de Kent, tras la muerte de Etelberto se siguió una breve reacción pagana, aunque el nuevo rey se convirtió poco tiempo<br />

después. Uno de los episodios más curiosos en toda esta <strong>historia</strong> tuvo lugar en el [Vol. 1, Page 258] pequeño reino<br />

de Anglia Oriental. Alrededor <strong>del</strong> año 630 reinaba allí Sigeberto, quien durante un período de exilio en Francia se había<br />

convertido y hecho bautizar. Sigeberto hizo venir de Kent al obispo Félix, quien llegó con un contingente de misioneros y<br />

maestros. Pronto el reino se hizo cristiano, y el propio rey decidió dedicarse a la vida monástica. Tras abdicar en favor de<br />

un pariente, se retiró a un monasterio, donde recibió la tonsura y se dedicó a la vida contemplativa.<br />

Pero algún tiempo después el rey pagano de Mercia, Penda, atacó a Anglia Oriental. Carentes de dirección militar,<br />

los habitantes <strong>del</strong> país acudieron a su antiguo rey, suplicándole que marchara con ellos al campo de batalla. Sigeberto<br />

les recordó que sus votos monásticos le prohibían tomar la espada. Por fin, el rey monje se dejó persuadir, y salió a la<br />

batalla al frente de sus tropas.<br />

¡Pero armado de un garrote! Los cristianos fueron derrotados por las tropas de Penda, y Sigeberto murió en la batalla.<br />

Pero su memoria fue venerada por largos años, y finalmente no sólo Anglia Oriental, sino también Mercia, se hicieron<br />

cristianas.<br />

Todo lo que antecede ha de servirnos para colocar la obra de Agustín de Canterbury en su justa perspectiva. A menudo<br />

se ha dicho que fueron Agustín y sus sucesores quienes lograron la conversión de la Gran Bretaña. Esto no es<br />

toda la verdad, pues según hemos visto Columba y sus sucesores lograron al menos tantos conversos como Agustín y<br />

los suyos. Pero esto no ha de restarle importancia a la misión de Agustín. Esa misión es importante por dos razones. En<br />

primer lugar, se trata de la primera ocasión en toda la <strong>historia</strong> de la iglesia en la que tenemos datos fidedignos donde se<br />

nos presenta un papa u obispo de Roma que envía misioneros a tierras lejanas. En segundo lugar, la misión de Agustín<br />

es importante porque a través de ella el <strong>cristianismo</strong> en las Islas Británicas estableció relaciones estrechas con el <strong>del</strong><br />

resto de la Europa occidental.<br />

Según hemos dicho anteriormente, el <strong>cristianismo</strong> irlandés que Columba y los suyos llevaron a la Gran Bretaña difería<br />

en algunos detalles <strong>del</strong> que se practicaba en el resto de Europa occidental. Aunque estos detalles podrían parecer<br />

insignificantes, el hecho es que impedían el contacto directo e ininterrumpido entre las iglesias de las islas y las <strong>del</strong> continente.<br />

A partir de Kent y los demás reinos <strong>del</strong> sur avanzaba el <strong>cristianismo</strong> procedente de Roma. A partir de Irlanda,<br />

Escocia y los reinos <strong>del</strong> norte avanzaba el que venía de Irlanda e Iona. El conflicto era inevitable cuando ambas formas<br />

se encontraran.<br />

En el reino de Northumbria el contraste entre estas dos formas de práctica cristiana se hizo insoportable. El rey seguía<br />

el <strong>cristianismo</strong> de origen irlandés, y la reina seguía el de origen romano. Puesto que las fechas en que se celebraba<br />

la Resurrección eran distintas, el rey estaba celebrando el Domingo de Resurrección con fiestas y gran regocijo mientras<br />

la reina se retiraba para celebrar el Domingo de Ramos con ayuno y penitencia.<br />

Para resolver estas dificultades, se reunió un sínodo en Whitby en el ano 663. Los misioneros irlandeses y sus seguidores<br />

defendieron su posición ante el sínodo diciendo que su tradición era la que habían recibido de Columba. Pero<br />

los misioneros romanos contestaban que la autoridad de San Pedro era superior a la de Columba, puesto que al apóstol<br />

le habían sido dadas las llaves <strong>del</strong> Reino. Al oír esto, se cuenta que el rey les preguntó a los que defendían la tradición<br />

irlandesa: —¿Estáis de acuerdo en lo que dicen vuestros contrincantes, que San Pedro tiene las llaves <strong>del</strong> Reino?[Vol.<br />

1, Page 259]<br />

—Sin lugar a dudas— le respondieron.<br />

—Entonces no hay por qué discutir más. Yo he de obedecer a San Pedro, no sea que al llegar al cielo me cierre las<br />

puertas y no me deje entrar.<br />

En consecuencia, el sínodo de Whitby optó por las tradiciones <strong>del</strong> continente europeo, y rechazó las de los irlandeses.<br />

Aunque la <strong>historia</strong> que acabamos de narrar puede dar la impresión de que todo se debió a la ingenuidad de un rey,<br />

el hecho es que había fuertes razones por las que a la larga el <strong>cristianismo</strong> de las Islas Británicas tendría que seguir las<br />

costumbres <strong>del</strong> resto <strong>del</strong> <strong>cristianismo</strong> occidental. De otro modo, habría quedado aislado <strong>del</strong> resto de Europa. Y, gracias a

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