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192<br />

Pero a pesar de ello sus obras fueron muy leídas en el país. Según él no hay un verdadero conflicto entre la fe y la<br />

razón. Lo que sucede es que hay ciertos temas que la razón no alcanza a investigar adecuadamente. Así, por ejemplo,<br />

en lo que se refiere a la eternidad <strong>del</strong> mundo o de la materia, la razón no puede llegar a una conclusión segura.<br />

Pero a base de la fe sabemos que el mundo fue hecho de la nada. Las obras de estos dos filósofos, y de muchos<br />

otros de menor importancia, pasaron de España al resto de Europa. A esto contribuyó una gran escuela de traductores<br />

que se fundó en Toledo. Allí las obras de los grandes filósofos de la antigüedad griega, y de sus comentaristas y émulos<br />

mahometanos y judíos, fueron traducidas al latín. Más a<strong>del</strong>ante veremos el gran impacto que hicieron estas obras en el<br />

resto de Europa, donde buena parte de la discusión teológica <strong>del</strong> siglo XIII giró alrededor de ellas.[Vol. 1, Page 411]<br />

Las órdenes<br />

mendicantes 40<br />

Los que injustamente nos causan tribulaciones, insultos, deshonra, estrecheces,<br />

dolores, tormentos, martirios y muerte son nuestros amigos, y debemos amarles<br />

mucho, porque gracias a ellos tenemos vida eterna<br />

San Francisco de Asís<br />

En el capítulo anterior dijimos que las nuevas corrientes filosóficas provenientes <strong>del</strong> mundo musulmán causaron gran<br />

impacto en la teología cristiana occidental. En el próximo capítulo veremos algo de ese impacto. Pero antes de continuar<br />

con ese tema debemos detenernos a narrar los orígenes de un fenómeno sin el cual no es posible entender el curso que<br />

siguieron la iglesia y la teología occidentales.<br />

Se trata de las órdenes mendicantes. Como hemos dicho anteriormente, al tiempo que las cruzadas llegaban a su<br />

término se estaban produciendo profundos cambios en la vida política y económica de la Europa occidental. El crecimiento<br />

de las ciudades y <strong>del</strong> comercio había dado origen a una nueva clase, la burguesía, que se mostraba cada vez<br />

más pujante. El comercio y la artesanía comenzaron a sustituir a la tierra como fuente de riqueza. Esto a su vez estimuló<br />

la economía monetaria, de modo que el dinero circulaba más libremente, y el simple trueque se volvía menos común.<br />

Ahora bien, la economía monetaria, al mismo tiempo que tiene la ventaja de permitir la especialización de la producción<br />

y de aumentar así la riqueza colectiva, tiene las desventajas de hacer los tratos comerciales menos directos y<br />

humanos, y de producir diferencias crecientes entre ricos y pobres. Por cada mercader rico cuyo nombre conocemos,<br />

había centenares de pobres cuya condición se hacía más difícil por los cambios que estaban teniendo lugar en la economía.<br />

Por tanto, no ha extrañarnos que en los siglos XII y XIII la cuestión de los méritos relativos de la riqueza y la pobreza<br />

se plantee nuevamente.<br />

[Vol. 1, Page 412] El precursor: Pedro Valdo<br />

El impacto de la nueva situación puede verse en el caso de Pedro Valdo (o Valdés) y <strong>del</strong> movimiento iniciado por él.<br />

Aunque muchos de los documentos que se refieren a él son relativamente tardíos, y por tanto dudosos en cuestiones de<br />

detalles, lo esencial de la <strong>historia</strong> confirma lo que hemos dicho acerca de importancia de las nuevas condiciones económicas<br />

para entender el auge que tomó el ideal de la pobreza en el siglo XIII. De hecho, Pedro Valdo aparece como precursor<br />

de San Francisco, con la gran diferencia de que en su época la iglesia no estaba todavía lista a aceptar los nuevos<br />

ideales, como lo estaría una generación más tarde, al aparecer el santo de Asís.<br />

Pedro Valdo parece haber sido un mercader relativamente exitoso en Lión cuando escuchó narrar la leyenda de San<br />

Alejo. Según esa leyenda, el joven Alejo había abandonado su hogar para dedicarse a la vida ascética, y lo hizo con tal<br />

dedicación que varios años después regresó sin ser reconocido, y pasó el resto de sus días pidiendo limosna ante la<br />

puerta de su propia casa. Sólo al morir, cuando se le encontraron encima documentos que lo identificaban, sus familiares<br />

supieron de quién se trataba.<br />

Conmovido por aquella <strong>historia</strong>, Valdo decidió dedicarse a la pobreza y la predicación. Pero el arzobispo de Lión no<br />

se lo permitió, y entonces Valdo apeló a Roma. Allí se produjo un diálogo curioso, que narra uno de los protagonistas. Se<br />

trata <strong>del</strong> teólogo Map, nombrado por el papa para examinar la ortodoxia de Valdo y sus seguidores: “Primero les propuse<br />

unas cuestiones sencillísimas, que nadie tiene derecho a ignorar, sabiendo que el asno que come carne no come lechuga:<br />

—¿Creéis vosotros en Dios Padre?<br />

—Creemos—, respondieron.<br />

—¿Y en el Hijo?

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