11.11.2014 Views

justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1

justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1

justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

231<br />

partidos, los dos rivales se fueron acercando hasta que llegaron a estar a unos pocos kilómetros de distancia. Pero en<br />

mayo de 1408 la entrevista todavía no había tenido lugar, y Gregorio se negó a acudir a donde Benito lo esperaba.<br />

Ante esa negativa rotunda, los cardenales <strong>del</strong> partido romano abandonaron a su jefe, e iniciaron conversaciones por<br />

su cuenta con el partido aviñonés. Al mismo tiempo, Francia le retiró su apoyo a Benito, y por tanto ambos papas quedaron<br />

desamparados, mientras el resto de la cristiandad buscaba por sus propios medios el modo de subsanar el cisma. El<br />

movimiento conciliar, que se había venido fraguando desde largo tiempo, había llegado a su hora.<br />

[Vol. 1, Page 495] La reforma conciliar 47<br />

Tal concilio puede abrogar los privilegios papales, y contra él no hay apelación<br />

posible. Puede además elegir, rebajar o deponer al Papa. Puede hacer nuevas<br />

leyes, y cancelar las antiguas.<br />

Dietrich de Niem<br />

Durante la “era de los gigantes”, cuando la iglesia amenazaba dividirse a causa de la controversia arriana, Constantino<br />

decidió convocar una asamblea a la que concurrirían obispos de todo el Imperio. A partir de aquel Concilio de Nicea, y<br />

por varios siglos, cada vez que la iglesia se enfrentaba a una situación semejante se apelaba al recurso de convocar un<br />

concilio universal o “ecuménico”. Pero durante la “era de los altos ideales” el auge <strong>del</strong> poder papal fue tal que los concilios<br />

quedaron supeditados a los papas. Ejemplo de esto fue, como hemos visto, el IV Concilio de Letrán, convocado por<br />

Inocencio III para aprobar una serie de medidas que él y su curia habían determinado de antemano.<br />

Pero ahora, con las tristes experiencias de la “cautividad babilónica” y <strong>del</strong> Gran Cisma de Occidente, comenzó a cobrar<br />

fuerza la idea de convocar un concilio cuya función fuera, no sencillamente refrendar las acciones papales, sino<br />

reformar la iglesia, y resolver los problemas que los papas habían creado con sus ambiciones, sus pugnas y su corrupción.<br />

La teoría conciliar.<br />

Aunque los papas y cardenales parecieron prestar oídos sordos por largo tiempo, el hecho es que toda la cristiandad<br />

occidental se cansaba de los desmanes de los potentados eclesiásticos, y anhelaba una reforma moral de la iglesia.<br />

Durante el período de la “cautividad babilónica”, las voces de protesta vinieron mayormente de los países que estaban<br />

en guerra con Francia. Pero el Gran Cisma creó un clima universal de impaciencia con los manejos de los papas. Puesto<br />

que fueron los eruditos quienes dejaron constancia escrita de su inconformidad, nos vemos obligados a dirigir nuestra<br />

atención principalmente hacia esos testimonios. Pero al hacer esto no debemos olvidar que para las masas no se trataba<br />

sólo <strong>del</strong> escándalo de que hubiera dos papas, sino también y sobre todo de la explotación económica que acarreaban la<br />

ostentación y las necesidades políticas y militares de los contendientes. [Vol. 1, Page 496] La simonía, el absentismo y<br />

el pluralismo, que servían la ambición de los poderosos, redundaban en impuestos cada vez más altos para las masas.<br />

Así la iglesia, que en sus primeros siglos y aún después en sus mejores momentos había sido defensora de los pobres,<br />

se convirtió en un peso más sobre las clases oprimidas.<br />

Mientras tanto, principalmente en las universidades, el descontento iba tomando forma teológica. Los estudiosos sabían<br />

que no siempre el obispo de Roma había tenido las prerrogativas que ahora reclamaba para sí, y que los últimos<br />

siglos le habían concedido. A este conocimiento se unía el viejo espíritu <strong>del</strong> franciscanismo, que no había muerto, y para<br />

el cual la pobreza voluntaria era una de las virtudes más encomiables. Por tanto, muchos de los que se opusieron a la<br />

autoridad excesiva <strong>del</strong> papa, y abogaron por un concilio que reformara la vida y las costumbres de la iglesia, eran eruditos,<br />

franciscanos, o ambas cosas.<br />

La teoría conciliar tenía viejas raíces históricas. Pero para nuestros efectos podemos decir que el gran maestro de<br />

los principales exponentes <strong>del</strong> conciliarismo fue Guillermo de Occam, a quien nos hemos referido al tratar acerca de la<br />

“cautividad babilónica” <strong>del</strong> papado, y quien ocupará buena parte de nuestra atención cuando, en el próximo capítulo,<br />

intentemos resumir la teología de la época.<br />

La mayor parte de los teólogos medievales antes <strong>del</strong> siglo XIV había estado convencida de que las ideas universales<br />

eran anteriores a las cosas concretas incluidas en tales ideas. Así, por ejemplo, la idea de “caballo” es anterior a los caballos<br />

individuales, y tiene una realidad propia aun aparte de ellos. Esta posición, que se había vuelto clásica, se llamaba<br />

“realismo”, por cuanto afirmaba que las ideas universales eran reales. Occam y buena parte de su generación teológica,<br />

al contrario, creían que lo real es ante todo el individuo concreto, y que las ideas universales son nombres o conceptos<br />

que existen sólo en la mente. Por ello se les llama “nominalistas”.<br />

Cuando esto se aplicaba a la iglesia, la conclusión a que llegaban Occam y sus seguidores era que la iglesia no era<br />

una realidad celestial o ideal, representada en la tierra por el papa y la jerarquía derivada de él, sino que era el conjunto

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!