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racional, sino intuitivo. A Dios no se le conoce estudiándolo, sino viéndolo en contemplación mística. En Dios se encuentran<br />

desde la eternidad todas las ideas de todas las criaturas. Antes de crear el mundo, ya Dios, como supremo artífice,<br />

tenía en su mente la idea de cada cosa que iba a crear. Este es otro tema característico <strong>del</strong> <strong>cristianismo</strong> de tendencia<br />

platónica. Y a base de ello Eckhart llega a decir:<br />

En esa verdadera esencia de la divinidad, que se encuentra más allá de todo ser y de toda distinción, allí yo ya existía;<br />

allí me deseé; allí me conocí; allí quise crear al hombre que soy. Por ello yo soy mi propia causa según mi ser, que es<br />

eterno, aunque no según mi devenir, que es temporal.<br />

Esta aseveración, y muchas como ésta, hicieron que se le acusara de hereje. Se decía que Eckhart enseñaba la<br />

eternidad <strong>del</strong> mundo y de las criaturas, y que de tal modo confundía a Dios con el mundo que caía en el panteísmo—la<br />

doctrina que afirma que las criaturas son parte de la divinidad. En particular, se le acusaba de pretender que el alma, o<br />

parte de ella, no es creada, sino que es eterna. Repetidamente, Eckhart declaró que esto se basaba en falsas interpretaciones<br />

de sus enseñanzas. Y lo cierto parece ser que trató de evitar caer en el panteísmo, o en la doctrina de la divinidad<br />

<strong>del</strong> alma, pero que sus expresiones frecuentemente se prestaban a tales interpretaciones. Hacia el fin de sus días, fue<br />

acusado de hereje, y condenado como tal. Su apelación se tramitaba en la curia papal en Roma, cuando murió. Aunque<br />

las acusaciones que se hacían contra Eckhart eran exageraciones o tergiversaciones de sus enseñanzas, no cabe duda<br />

de que el misticismo de este maestro alemán era muy distinto <strong>del</strong> misticismo cristocéntrico de San Bernardo y San Francisco.<br />

Prueba de ello es que para Eckhart los lugares santos no tenían la importancia que antes tuvieron para esos dos<br />

místicos. Según decía él, “Jerusalén se encuentra tan cerca de mi alma como el lugar en que estoy ahora mismo”. Para<br />

él, no era necesario dirigir la mirada hacia Jerusalén, ni hacia los acontecimientos [Vol. 1, Page 531] que tuvieron lugar<br />

en ella. Lo importante es dedicarse a la contemplación interna, “dejarse llevar”, y llegar a ver a Dios “sin intermediario<br />

alguno”.<br />

Aunque en vida se le acusó de hereje, después de muerto el Maestro Eckhart tuvo muchos seguidores, especialmente<br />

entre los dominicos. Los más famosos de ellos fueron Juan Taulero y Enrique Suso. Estos dos, aunque menos<br />

eruditos que su maestro, sabían exponer sus doctrinas de tal modo que podían ser comprendidas y seguidas por personas<br />

mucho menos duchas en cuestiones teológicas, y por tanto su obra consistió mayormente en propagar las enseñanzas<br />

misticas de Eckhart.<br />

Más abajo en el curso <strong>del</strong> Rin vivió el místico flamenco Juan de Ruysbroeck. Aunque es muy probable que Ruysbroeck<br />

haya leído las obras de Eckhart, y que en algunos puntos lo haya seguido, el hecho es que el misticismo <strong>del</strong> flamenco<br />

es mucho más práctico que el <strong>del</strong> maestro alemán. Esta tendencia fue llevada más lejos por Gerardo de Groote,<br />

otro místico flamenco en quien Ruysbroeck hizo gran impacto. Debido a la obra de ambos, tomó forma y se popularizó lo<br />

que se llamaba “la devoción moderna”. Esta devoción consistía en llevar una vida de meditación disciplinada, dirigida<br />

principalmente hacia la contemplación de la vida de Cristo, y hacia su imitación. El escrito más famoso de esta escuela<br />

es Imitación de Cristo, que hasta el día de hoy continúa siendo una de las obras de devoción más leídas, tanto por católicos<br />

como por protestantes.<br />

Parte de la obra de Ruysbroeck y sus discípulos consistió en mostrar los errores de los “hermanos <strong>del</strong> espíritu libre”.<br />

Las doctrinas de este movimiento no están <strong>del</strong> todo claras. Pero al parecer se trataba de gentes de tendencias místicas<br />

que decían que, en virtud de su experiencia directa con Dios, no necesitaban de medios tales como la iglesia o las Escrituras.<br />

Algunos llegaban a decir que, como eran gentes espirituales, podían darle libertad al cuerpo para seguir sus propias<br />

inclinaciones.<br />

Una consecuencia notable de la obra de Gerardo de Groote fue la aparición de los Hermanos de la Vida Común. De<br />

Groote renunció a la prebenda eclesiástica de que gozaba, y se dedicó a predicar contra los abusos eclesiásticos, y a<br />

llamar a sus seguidores a una nueva vida de santidad y devoción. Pero, en contraste con quienes antes que él habían<br />

predicado lo mismo, de Groote no les pedía a sus seguidores que se dedicaran a la vida monástica, sino que les indicaba<br />

que, a menos que tuviesen vocación monástica, debían continuar en sus vidas comunes, y allí dedicarse a la nueva<br />

devoción. A pesar de ello, a la postre muchos de sus discípulos se dedicaron a la vida monástica, siguiendo la regla<br />

agustiniana. Pero nunca perdieron su interés en la vida común, y por ello los Hermanos de la Vida Común fundaron escuelas<br />

que no tenían rival. En esas escuelas se educaban, no sólo quienes esperaban ser monjes, sino gentes que esperaban<br />

seguir carreras muy distintas. Allí, al mismo tiempo que se estimulaba la erudición, se fomentaba la “devoción<br />

moderna”. Aquellas escuelas fueron un centro de renovación para la iglesia, pues en ellas se formaron personas de espíritu<br />

crítico y reformador. El más famoso de sus alumnos fue Desiderio Erasmo, de quien trataremos más a<strong>del</strong>ante.<br />

Excepto en unos pocos casos, este misticismo alemán y flamenco de los siglos XIV y XV evitó los excesos de entusiasmo.<br />

La contemplación mística no tenía el propósito de producir grandes conmociones, sino una paz interna. Y el<br />

medio que se utilizaba no era tanto el estímulo de las emociones como la meditación. Según estos místicos, a Dios se<br />

llegaba, no mediante las pasiones, sino mediante el intelecto.[Vol. 1, Page 532]

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