justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1
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la decisión de Whitby y de otros concilios semejantes, la iglesia en las Islas Británicas pudo ser uno de los más fuertes<br />
medios de contacto entre esas islas y el continente.<br />
Los reinos bárbaros de Italia<br />
En nuestra rápida ojeada a los diversos reinos que los bárbaros fundaron en la Europa occidental, nos falta dirigir la<br />
mirada hacia la península italiana. Allí el Imperio continuó existiendo por algún tiempo, aunque era más fantasma que<br />
realidad. Diversos generales bárbaros se adueñaron <strong>del</strong> poder, uno tras otro, y pretendieron gobernar en nombre de los<br />
emperadores. Estos últimos eran poco más que simples figuras decorativas que residían en Roma, lejos de las campañas<br />
militares, mientras los generales que de veras gobernaban vivían en Milán, mucho más cerca de las fronteras.<br />
Por fin, en el año 476, el general Odoacro, al mando de las tropas hérulas, depuso al último de los emperadores de<br />
Occidente, el débil Rómulo Augústulo. Pero aún entonces no se deshizo Odoacro <strong>del</strong> fantasma imperial. En lugar de<br />
pretender gobernar por cuenta propia, le escribió al emperador Zenón, quien gobernaba en Constantinopla, diciéndole<br />
que ahora que no había emperador en Occidente el Imperio había quedado unido de nuevo, y poniéndose bajo sus órdenes.<br />
A cambio, Zenón le dio a Odoacro el titulo de “patricio” y lo nombró para que en su nombre gobernara sobre Italia.<br />
Empero las relaciones entre Zenón y Odoacro fueron deteriorándose, y a la postre el emperador de Constantinopla<br />
decidió acudir a los ostrogodos para deshacerse de los hérulos. Bajo el mando de Teodorico, los ostrogodos invadieron<br />
Italia, y en el 493 el reino de los hérulos había desaparecido.<br />
Teodorico trató de ser un buen gobernante, y al principio de su reinado se rodeó de consejeros sabios tomados de<br />
entre los habitantes anteriores <strong>del</strong> país. Empero su régimen tropezaba con una gran dificultad: Teodorico y los ostrogodos<br />
eran arrianos (también lo habían sido antes que ellos los hérulos), mientras que los italorromanos que formaban la<br />
mayoría de la población eran católicos. El poder militar estaba en manos de los primeros, mientras que la administración<br />
civil quedaba necesariamente en manos de los últimos, pues entre los ostrogodos hasta el propio rey era analfabeto.<br />
Pronto los italorromanos comenzaron a soñar de una invasión por parte de las fuerzas <strong>del</strong> Imperio de Oriente, desde<br />
Constantinopla. Puesto que el Imperio de Oriente (también llamado Imperio Bizantino) era católico, tal invasión volvería a<br />
colocar la fe católica por encima de la arriana. Hasta qué punto tales sueños llegaron a convertirse en conspiración, y<br />
cuántos participaban en ella, es algo que no nos es dado saber. Pero en todo caso Teodorico creyó que [Vol. 1, Page<br />
260] de hecho había una conspiración, y que algunos de sus consejeros italorromanos estaban involucrados en ella.<br />
Boecio, quien dirigía toda la administración civil bajo Teodorico, y quien era sin lugar a dudas uno de los pocos sabios de<br />
la época, fue encarcelado y muerto. En la cárcel escribió su famosa obra Sobre la consolación de la filosofía, en la que<br />
ésta se le presenta para recordarle que la verdadera felicidad no consiste en el prestigio humano ni en los bienes materiales.<br />
Antes había compuesto numerosos comentarios sobre diversas obras de la antigüedad, y fue por tanto a través de<br />
él que buena parte de la Edad Media conoció esos escritos. Junto a Boecio murió su suegro Símaco, quien era presidente<br />
<strong>del</strong> senado romano. Y dos años después, en el 526, el papa Juan murió también en las cárceles de Teodorico. A partir<br />
de entonces, los italorromanos reconocieron a Boecio, Símaco y Juan como mártires, y su oposición al régimen ostrogodo<br />
se recrudeció.<br />
El sucesor de Boecio en el gobierno civil, Casiodoro, trató de mediar entre los arrianos y los católicos, aunque sin<br />
comprometer su fe católica. Por fin, convencido quizá de que Teodorico no le permitiría llevar a cabo su programa de<br />
gobierno, se retiró a Vivario, donde se dedicó a la vida monástica. Allí compuso numerosas obras, de las cuales la más<br />
importante fue Instituciones de las letras divinas y seculares. Esta obra era un resumen de los conocimientos de la antigüedad,<br />
y sobre ella se basó buena parte de la educación medieval.<br />
Teodorico murió en el 526, y su nieto y sucesor Atalarico siguió una política más moderada para con los católicos.<br />
Pero cuando un nuevo rey, Teodato, volvió a establecer los antiguos rigores contra los italorromanos, la corte de Constantinopla<br />
llegó a la conclusión de que era el momento de invadir Italia.<br />
A la sazón reinaba en Constantinopla Justiniano, uno de los más grandes emperadores de la Edad Media, quien tenía<br />
el sueño de restaurar el viejo Imperio. Ya hemos visto que su general Belisario puso fin al reino de los vándalos en el<br />
Africa. Y ese mismo general emprendió una campaña que, tras veinte años de luchas, puso fin al reino ostrogodo.<br />
Empero el régimen imperial en Italia estaba destinado a durar poco. En el 562 los ostrogodos habían sido definitivamente<br />
derrotados, y ya en el 568 un nuevo pueblo invasor se lanzó sobre el país. Se trataba de los lombardos, quienes,<br />
al igual que los invasores anteriores, venían huyendo de otros enemigos más temibles, en este caso los ávaros. Los<br />
lombardos penetraron en Italia al mando de su rey Alboino, y pronto se posesionaron <strong>del</strong> norte <strong>del</strong> país (especialmente<br />
de la cuenca <strong>del</strong> río Po, que hasta el día de hoy se llama “Lombardía”).<br />
Puesto que eran arrianos, sembraron el terror entre los católicos de la región. Afortunadamente para estos últimos, a<br />
la muerte de Alboino, los lombardos, en lugar de continuar como un reino unido, se dividieron en treinta y cinco ducados<br />
independientes, apenas capaces de retener los territorios que habían conquistado. Cuando, diez años más tarde, co-