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justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1

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150<br />

Cuiden los poderosos [... ] de no tomar para su propia condenación las cosas de<br />

la iglesia, ni oprimir [... ] las iglesias de Dios, y los lugares santos, sabiendo que<br />

las propiedades de la iglesia son las promesas de los fieles, el patrimonio de los<br />

pobres, el precio de los pecados.<br />

Hincmaro de Reims<br />

Duando dejamos el Occidente, varios capítulos atrás, para narrar algo de lo que estaba sucediendo en el Oriente, el<br />

papa León III acababa de consagrar a Carlomagno como emperador. Aunque ya hemos dicho algo acerca <strong>del</strong> alcance<br />

de esa decisión, debemos regresar ahora al Occidente, para ver el curso de los acontecimientos bajo Carlomagno y sus<br />

sucesores.<br />

Carlomagno<br />

Cuando Carlomagno fue coronado emperador por el Papa, casi toda la cristiandad occidental formaba parte de su<br />

imperio, fuera <strong>del</strong> cual quedaban sólo las Islas Británicas y los rincones de España hacia donde se habían replegado los<br />

cristianos tras las invasiones musulmanas. Por tanto, el curso de los acontecimientos dentro de su imperio tendría amplias<br />

consecuencias para la <strong>historia</strong> futura <strong>del</strong> <strong>cristianismo</strong>, y de la Europa toda.<br />

Pero Carlomagno no se limitó a extender sus territorios entre sus vecinos cristianos. Más que eso, se lanzó a una<br />

vasta campaña de conquista contra los sajones y los frisones, que habitaban las fronteras al nordeste de su imperio, y<br />

contra los musulmanes que lindaban con él al suroeste. Las campañas contra los sajones y frisones fueron largas y sangrientas.<br />

Estos pueblos, que nunca habían sido romanizados, atravesaban periódicamente las fronteras de los francos,<br />

saqueaban las aldeas, iglesias y monasterios, y regresaban con su botín a sus bosques, donde [Vol. 1, Page 322] era<br />

muy difícil darles caza. Por lo tanto, en el año 772, Carlomagno invadió sus territorios y penetró hasta Irminsul, donde<br />

destruyó un gran tronco que era el ídolo principal de los sajones. Al parecer, lo que el Rey franco se proponía era a la<br />

vez facilitar la conversión de los sajones al <strong>cristianismo</strong>, y debilitar su resistencia destruyendo su religión. Tras aceptar la<br />

rendición de los sajones, Carlomagno les envió misioneros, para que les enseñasen la fe cristiana.<br />

Pero pocos años después, cuando el Rey de los francos se vio obligado a marchar a Italia en su campaña contra los<br />

lombardos, los sajones se sublevaron, y mataron a todos los misioneros. Entonces Carlomagno invadió de nuevo la región,<br />

aplastó la rebelión, y convocó a una asamblea nacional en Paderborn, donde los sajones, aparentemente pacificados,<br />

vieron su país organizado eclesiásticamente, con diversas diócesis y abadías que se debían ocupar de su cristianización.<br />

Carlomagno se encontraba todavía en Paderborn cuando se le presentó la oportunidad de invadir a España. Uno de<br />

los jefes musulmanes de ese país le pidió ayuda en su rebelión contra Abderramán I, quien gobernaba el país desde<br />

Córdoba. El rey franco abandonó a Sajonia apresuradamente, cruzó sus propios territorios, [Vol. 1, Page 323] y dividió<br />

su ejército en dos cuerpos, que cruzaron los Pirineos por dos lugares distintos. Tras tomar a Barcelona, Huesca y Gerona,<br />

los dos ejércitos se encontraron frente a Zaragoza, ciudad que se suponía fuese el centro de la rebelión contra Abderramán.<br />

Pero Zaragoza se negó a abrirles sus puertas, y los francos empezaron a temer que la supuesta rebelión no<br />

tendría lugar, o que habían sido traicionados.<br />

En esto estaban las cosas cuando llegaron noticias de que los sajones se habían vuelto a rebelar, bajo el mando <strong>del</strong><br />

jefe Videquindo. Carlomagno regresó apresuradamente a Francia, y en esa ocasión su retaguardia, al mando de Roldán,<br />

fue aniquilada por los vascos en el paso de Roncesvalles. Pero el Rey prosiguió su marcha a través de sus propios dominios,<br />

se presentó inesperadamente en Sajonia, y ahogó la rebelión.<br />

Cuando, en el año 782, la sublevación estalló de nuevo, Carlomagno se propuso ahogarla en sangre. Hasta entonces<br />

sus medidas después de cada revuelta habían sido relativamente benignas. Pero en esta ocasión, cuando sus tropas<br />

dominaban de nuevo la región, y Videquindo había escapado a Escandinavia, el Rey de los francos ordenó que se<br />

les infligiera a los sajones un castigo ejemplar, y en Verden más de cuatro mil de ellos fueron muertos.<br />

Esta matanza exasperó a los sajones, quienes ahora se alzaron contra Carlomagno en mayor número que antes.<br />

Tanto los sajones como los francos sabían que esta era la última rebelión, y que por tanto la lucha debía proseguir hasta<br />

el final. En el 784 los frisones, hasta entonces aliados de los sajones, se rindieron a los francos, aceptaron el bautismo, y<br />

se apartaron de la contienda. Un año después Videquindo y sus principales jefes se rindieron definitivamente y aceptaron<br />

el <strong>cristianismo</strong>. Su bautismo marcó el fin de las revueltas de los sajones.<br />

En esta <strong>historia</strong> nos hemos referido repetidamente al bautismo, tanto de los frisones como de los sajones, como si<br />

ese rito se relacionara de algún modo con la rebelión y su supresión. El hecho es que existía una relación estrecha. Carlomagno<br />

estaba convencido de que, si los sajones aceptaban el <strong>cristianismo</strong>, perderían su carácter aguerrido y aceptarían<br />

buena parte de la cultura de los francos.

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