11.11.2014 Views

justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1

justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1

justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

78<br />

ras cristianas. Otros obispos y laicos sucumbieron a la presión <strong>del</strong> estado y adoraron a los dioses paganos. De hecho, el<br />

número de estos últimos fue tan grande, que algunos observadores nos cuentan que hubo días [Vol. 1, Page 164] en<br />

que las gentes no cabían en los templos paganos. Por otra parte, no faltaron cristianos que se mantuvieron firmes en la<br />

fe, y que por causa de ello sufrieron cárceles, torturas y muerte. Como en otros casos anteriores, los miembros de este<br />

grupo que lograron sobrevivir recibieron el título de “confesores”, y se les veneraba por la firmeza de su fe. Pero algunos<br />

de ellos, a diferencia de los confesores <strong>del</strong> tiempo de Cipriano, se mostraron harto rigurosos para con los que habían<br />

seguido otro camino. Entre estas personas a quienes los confesores rigoristas condenaban estaban los obispos que<br />

habían entregado las Escrituras, pues —decían los confesores— si alterar una tilde de las Escrituras es un pecado tan<br />

grande, cuánto mayor no lo será entregarlas para que sean destruidas. Así se empezó a dar a algunos obispos y otros<br />

dirigentes el título ofensivo de “traditores” — literalmente, “entregadores”.<br />

En esto estaban las cosas cuando, poco después de cesar la persecución, el episcopado importantísimo de Cartago<br />

quedó vacante. Ceciliano fue electo obispo. Pero esta elección no contaba con la simpatía popular, y pronto fue electo<br />

otro obispo rival, Mayorino. En estas elecciones hubo por ambas partes intrigas y maniobras que no es necesario reseñar<br />

aquí. Baste decir que cada uno de los partidos tenía suficientes razones para decir que el proceder de sus contrarios<br />

había sido, a lo menos, irregular. Cuando Mayorino murió poco tiempo después de ser electo obispo, sus partidarios<br />

eligieron como su sucesor a Donato de Casa Negra, quien dirigió la política de sus seguidores por más de cuarenta<br />

años. Por esa razón esos seguidores recibieron el nombre de “donatistas”.<br />

Naturalmente, el resto de la iglesia no podía tolerar este estado de cosas, pues sólo era dable reconocer como legítimo<br />

a un obispo de Cartago, y no a dos que se disputaban el cargo. Pronto el obispo de Roma, y varios otros de las<br />

ciudades más importantes <strong>del</strong> Imperio, declararon que Ceciliano era el verdadero pastor, y que Mayorino —y después<br />

Donato— eran usurpadores. Constantino siguió la misma pauta, y envió instrucciones a sus representantes en el norte<br />

de Africa en el sentido de que reconocieran sólo a Ceciliano y los que estaban en comunión con él. Esto tenía importantes<br />

consecuencias prácticas, pues Constantino estaba promulgando legislación en favor de los cristianos, tales como la<br />

exención de impuestos para los clérigos. Sólo quienes estaban en comunión con Ceciliano podrían entonces gozar de<br />

tales beneficios —así como de importantes donativos que Constantino estaba haciendo directamente a la iglesia.<br />

¿Cuáles fueron las causas <strong>del</strong> cisma donatista? Hasta aquí no hemos hecho más que narrar la <strong>historia</strong> externa de<br />

sus comienzos. Pero el hecho es que el cisma tenía profundas raíces tanto teológicas como políticas y económicas.<br />

La justificación teológica <strong>del</strong> cisma se encontraba en la vieja cuestión de la restauración de los caídos en tiempos de<br />

persecución. Según los donatistas, uno de los tres obispos que habían consagrado a Ceciliano era traditor —es decir,<br />

había entregado las Escrituras— y por tanto esa consagración no era válida. Ceciliano y los suyos respondían diciendo,<br />

primero, que el obispo en cuestión no era de hecho traditor y, segundo, que aunque lo fuese su acción de consagrar a<br />

Ceciliano era todavía válida. Luego, aparte de la cuestión factual de si ese obispo —y otros en comunión con Ceciliano—<br />

había flaqueado, estaba la cuestión doctrinal de si una ordenación o consagración hecha por un obispo indigno era válida<br />

o no. Los donatistas decían que la validez de tal ordenación dependía de la dignidad <strong>del</strong> obispo. Ceciliano y los suyos<br />

respondían que la validez de los sacramentos no depende de la dignidad de quien los administra, pues en ese caso estaríamos<br />

[Vol. 1, Page 165] constantemente en dudas acerca de si nuestro bautismo es o no válido, o si verdaderamente<br />

estamos recibiendo la comunión, ya que nos es imposible saber a ciencia cierta el estado interior <strong>del</strong> alma <strong>del</strong> ministro<br />

que nos ofrece tales sacramentos. Si los donatistas tenían razón, esto quería decir que Ceciliano no era verdaderamente<br />

obispo, y que por tanto todos los que eran ordenados por él eran falsos sacerdotes, cuyos sacramentos no tenían validez<br />

alguna. Y lo mismo podía decirse, según los donatistas, de otros obispos acerca de cuya consagración no había duda<br />

alguna, pero que ahora se habían unido en la comunión a gentes indignas como Ceciliano y los suyos.<br />

Tampoco sus sacramentos eran ya válidos, pues se habían contaminado. Luego, si algún miembro <strong>del</strong> partido de<br />

Ceciliano decidía unirse a los donatistas, éstos le hacían rebautizar. Pero si un donatista decidía unirse al otro bando<br />

éste aceptaba su bautismo, sobre la base de que el sacramento es válido por muy indigno que sea quien lo administre.<br />

Estas eran, en pocas palabras, las cuestiones teológicas que se debatían. Pero cuando nos adentramos más en los<br />

documentos de la época, y empezamos a leer entre líneas, nos percatamos de que había otras causas que se revestían<br />

de argumentos teológicos. Así, por ejemplo, es un hecho que entre los primeros donatistas había quienes no sólo habían<br />

entregado las Escrituras, sino hasta quienes habían hecho todo un inventario de los objetos sagrados que la iglesia poseía,<br />

para darlo a las autoridades. Y sin embargo, estas personas fueron aceptadas entre los donatistas sin mayores<br />

dificultades. Aun más, uno de los primeros instigadores <strong>del</strong> donatismo había sido un tal Purpurio de Limata, que había<br />

asesinado a dos sobrinos. Luego, resulta difícil creer que la necesidad de mantener a la iglesia pura de toda mancha<br />

fuera la verdadera causa de la enemistad de los donatistas hacia Ceciliano y los suyos.[Vol. 1, Page 166]<br />

De hecho, los dos bandos pronto se dividieron según grupos sociales y geográficos. En Cartago y la región al este<br />

de esa ciudad —la región que se llamaba “Africa proconsular”— Ceciliano tuvo bastantes seguidores. Pero al oeste, en

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!