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que tales acontecimientos tuvieron lugar en el siglo tercero, hemos de reservarlos para un capítulo posterior en nuestra<br />

narración.<br />

En resumen, a través de todo el siglo segundo la posición de los cristianos fue precaria. No siempre se les perseguía.<br />

Y muchas veces se les perseguía en unas regiones <strong>del</strong> Imperio y no en otras. Todo dependía de las circunstancias<br />

<strong>del</strong> momento y <strong>del</strong> lugar. En particular, era cuestión de que hubiese o no quien les tuviese suficiente odio a los cristianos<br />

para <strong>del</strong>atarles ante los tribunales. Por tanto, la tarea de desmentir los rumores que circulaban acerca de los cristianos, y<br />

presentar la nueva fe <strong>del</strong> mejor modo posible, era cuestión de vida o muerte. A esa tarea se dedicaron algunos de los<br />

mejores pensadores con que la iglesia contaba.<br />

[Vol. 1, Page 67] La defensa<br />

de la fe 7<br />

Mi propósito no es lisonjearos [... ] sino requerir que juzguéis a los cristianos según<br />

el <strong>justo</strong> proceso de investigación.<br />

Justino Mártir<br />

Durante todo el siglo segundo y buena parte <strong>del</strong> tercero no hubo una persecución sistemática contra los cristianos. Ser<br />

cristiano era ilícito; pero sólo se castigaba cuando por alguna razón los cristianos eran llevados ante los tribunales. La<br />

persecución y el martirio pendían constantemente sobre los cristianos, como una espada de Damocles.<br />

Pero el que esa espada cayera sobre sus cabezas o no, dependía de las circunstancias <strong>del</strong> momento, y sobre todo<br />

de la buena voluntad de las gentes. Si por alguna razón alguien quería destruir a algún cristiano, todo lo que tenía que<br />

hacer era llevarle ante los tribunales. Tal parece haber sido el caso de Justino, acusado por su rival Crescente. En otras<br />

ocasiones, como en el martirio de los cristianos de Lión y Viena, era el populacho el que, instigado por toda clase de<br />

rumores acerca de los cristianos, exigía que se les prendiera y castigara.<br />

En tales circunstancias, los cristianos se veían en la necesidad de hacer cuanto estuviera a su alcance por disipar<br />

los rumores y las falsas acusaciones que circulaban acerca de sus creencias y de sus prácticas. Si lograban que sus<br />

conciudadanos tuvieran un concepto más elevado de la fe cristiana, aunque no llegaran a convencerles, al menos lograrían<br />

disminuir la amenaza de la persecución. A esta tarea se dedicaron algunos de los más hábiles pensadores y escritores<br />

entre los cristianos, a quienes se da el nombre de “apologistas”, es decir, defensores. Y algunos de los argumentos<br />

en pro de la fe cristiana que aquellos apologistas emplearon han seguido utilizándose en defensa de la fe a través de los<br />

siglos.<br />

Empero, antes de pasar a exponer algo de la obra de los apologistas, es necesario que nos detengamos a resumir<br />

los rumores y acusaciones de que eran objeto los cristianos, y que los apologistas intentaron refutar.<br />

[Vol. 1, Page 68] Las acusaciones contra los cristianos<br />

Lo que se decía acerca de los cristianos puede clasificarse bajo dos categorías: los rumores populares y las críticas<br />

por parte de gentes cultas.<br />

Los rumores populares se basaban generalmente en algo que los paganos oían decir o veían hacer a los cristianos,<br />

y entonces lo interpretaban erróneamente. Así, por ejemplo, los cristianos se reunían todas las semanas para celebrar<br />

una comida a la que frecuentemente llamaban “fiesta de amor”. Esa comida era celebrada en privado, y sólo eran admitidos<br />

quienes habían sido iniciados en la fe, es decir, bautizados. Además, los cristianos se llamaban “hermanos” entre<br />

sí, y no escaseaban los casos de hombres y mujeres que decían estar casados con sus “hermanos” y “hermanas”. Sobre<br />

la base de estos hechos, se fueron tejiendo rumores cada vez más exagerados, y muchos llegaron a creer que los cristianos<br />

se reunían para celebrar una orgía en la que se daban uniones incestuosas.<br />

Según se decía, los cristianos comían y bebían hasta emborracharse, y entonces apagaban las luces y daban rienda<br />

suelta a sus pasiones. El resultado era que muchos se unían sexualmente a sus parientes más cercanos.<br />

También sobre la base de la comunión surgió otro rumor. Puesto que los cristianos hablaban de comer la carne de<br />

Cristo, y puesto que también hablaban <strong>del</strong> niño que había nacido en un pesebre, algunos entre los paganos llegaron a<br />

creer que lo que los cristianos hacían era que escondían un niño recién nacido dentro de un pan, y lo colocaban ante una<br />

persona que deseaba hacerse cristiana. Los cristianos entonces le ordenaban al neófito que cortara el pan, y luego devoraban<br />

el cuerpo todavía palpitante <strong>del</strong> niño. El neófito, que se había hecho partícipe de tal crimen, quedaba así comprometido<br />

a guardar el secreto.

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