justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1
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86<br />
La primera acción de Juliano fue tomar venganza contra los principales responsables de sus infortunios, y contra<br />
quienes habían tratado de mantenerlo alejado <strong>del</strong> poder durante su exilio. Con este propósito se nombró un tribunal que<br />
supuestamente debía ser independiente, pero que de hecho respondía a los deseos <strong>del</strong> nuevo emperador, y que condenó<br />
a muerte a varios de sus peores enemigos.<br />
Aparte de esto, Juliano fue un gobernante hábil, que supo poner en orden la administración <strong>del</strong> Imperio. Pero no es<br />
por ello que más se le recuerda, sino por su política religiosa, que le ha ganado el epíteto de “el Apóstata”.<br />
La política religiosa de Juliano<br />
Esa política consistió, por una parte, en restaurar la perdida gloria <strong>del</strong> paganismo y, por otra, en impedir el progreso<br />
<strong>del</strong> <strong>cristianismo</strong>.<br />
Tras el advenimiento de Constantino, el paganismo había ido perdiendo su antiguo lustre. El propio Constantino,<br />
aunque no persiguió a los paganos, sí saqueó varios de sus templos a fin de obtener obras de arte para Constantinopla.<br />
Esta política continuó bajo el régimen de los hijos de Constantino, que al tiempo que legislaban en pro <strong>del</strong> <strong>cristianismo</strong><br />
iban colocando cada vez más trabas para el cultoCuando Juliano llegó al trono, los templos se encontraban casi completamente<br />
abandonados,y había sacerdotes paganos que andaban harapientos, buscando su sustento de diversos modos,<br />
y apenas ocupándose <strong>del</strong> culto.<br />
Juliano trató de instaurar una reforma total <strong>del</strong> paganismo. Con ese propósito ordenó que todos los objetos y propiedades<br />
que hubieran sido tomados de los templos debían ser devueltos. Pero además empezó a organizar el sacerdocio<br />
pagano en una jerarquía semejante a la de la iglesia cristiana. Por encima de los sacerdotes de cada región había archisacerdotes,<br />
que a su vez estaban bajo el pontífice máximo de la provincia, mientras que por encima de todos estaba el<br />
sumo pontífice, que era el propio Juliano. En esta jerarquía, los sacerdotes debían llevar una vida ejemplar, ocupándose,<br />
no sólo <strong>del</strong> culto, sino también de las obras de caridad. Resulta claro que, a pesar de sus sentimientos anticristianos,<br />
buena parte de la reforma pagana de Juliano se inspiraba en el ejemplo de la iglesia cristiana.<br />
Al tiempo que promulgaba estas leyes, Juliano se ocupaba de restaurar el culto pagano de modo más directo. El se<br />
sonsideraba elegido de los dioses para esta obra, y por tanto mientras esperaba a que todo el Imperio regresara a su<br />
antigua fe se sentía obligado a rendirles a los dioses el culto que otros no les rendían. Por orden de Juliano hubo sacrificios<br />
masivos, en los que se ofrecieron a los dioses cientos de toros y otros animales. Pero Juliano se percataba de que<br />
su reforma no era tan popular como él hubiera deseado. Las gentes se burlaban de los sacrificios, a veces al mismo<br />
tiempo que participaban en ellos. Por esta razón era necesario, no sólo promover el paganismo, sino también atacar al<br />
<strong>cristianismo</strong>, que era su rival más poderoso.<br />
Con este propósito en mente Juliano tomó una serie de medidas, aunque con toda justicia hay que decir que nunca<br />
decretó la persecución contra la iglesia. Si en algunos lugares hubo cristianos que perdieron la vida, esto se debió a motines<br />
populares o al excesivo celo de las autoridades locales, pues Juliano estaba convencido de que su causa no progresaría<br />
mediante la persecución.<br />
Más bien que perseguir a los cristianos, Juliano siguió una política doble de dificultar su propaganda y ridiculizarlos.<br />
En el primer sentido, prohibió que los cristianos enseñaran las letras clásicas. De este modo, al tiempo que evitaba lo<br />
que para él era un sacrilegio, se aseguraba de que los cristianos no pudieran utilizar las grandes obras de la antigüedad<br />
pagana para difundir su propia doctrina, como habían venido haciéndolo desde tiempos de Justino en el siglo segundo.<br />
Para ridiculizar a los cristianos, Juliano empezó por darles el nombre de “galileos”, por el que siempre se refería a ellos.<br />
Además compuso una obra Contra los galileos, en la que mostraba su conocimiento de las Escrituras cristianas, y ridiculizaba<br />
su contenido así como las enseñanzas de Jesús. Por último se dispuso a reconstruir el Templo de Jerusalén, no<br />
porque sintiera simpatías hacia los judíos, sino porque pensaba que de ese modo podría contradecir a los cristianos que<br />
pretendían que la destrucción <strong>del</strong> Templo había sido cumplimiento de las profecías <strong>del</strong> Antiguo Testamento. En todos<br />
estos proyectos se ocupaba Juliano cuando le sorprendió la muerte.<br />
Muerte de Juliano<br />
Basilio de Cesarea, el obispo cristiano que había sido condiscípulo de Juliano en Atenas, había tenido una visión en<br />
la que San Mercurio, uno de los viejos mártires de Cesarea, descendía <strong>del</strong> cielo y atarvesaba el corazón de Juliano con<br />
una lanza. La visión de Basilio no se cumplió, pero poco después, cuando Julliano dirigía sus tropas en una campaña<br />
contra los persas, fue alcanzado por una lanza enemiga, y murió. Se cuenta que sus últimas palabras fueron “¡Venciste,<br />
Galileo!”, pero esto no es sino una leyenda poco digna de crédito.<br />
En todo caso, aunque Juliano no haya pronunciado esas palabras, el hecho es que, aún en vida de Juliano, el Galileo<br />
había vencido. Las reformas religiosas vencido. Las reformas religiosas <strong>del</strong> emperador apóstata nunca lograron<br />
arraigo entre el pueblo, que se burlaba de ellas, pues el paganismo había perdido su fuerza vital y no podía ser resucitado<br />
mediante decretos imperiales.