justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1
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Queridísimo Serviano, el Egipto que tanto me alababas me parece ser ligero, vacilante y mariposeador entre los rumores<br />
de cada momento. Los que adoran a Serapis son cristianos. Y los que se dan el título de obispos de Cristo son devotos<br />
de Serapis. No hay jefe de la sinagoga de los judíos, ni samaritano, ni presbítero cristiano, que no sea también numerólogo,<br />
adivino y saltimbanqui. [...] Son gente altamente sediciosa, vana e injuriosa, y su ciudad es opulenta, rica, fecunda.<br />
En ella nadie está ocioso. Unos soplan vidrio, y otros fabrican papel, y todos parecen ser tejedores [Vol. 1, Page 92] de<br />
lino o tener algún oficio. Tienen trabajo los gotosos, los mutilados, los ciegos, y hasta los inválidos. El único Dios de todos<br />
ellos es el dinero, a quien adoran los cristianos, los judíos y toda clase de gente.<br />
Por el resto de la carta de Adriano, sabemos que estaba enojado con los alejandrinos, y por ello todo lo que había<br />
visto en aquella ciudad le parecía mal. Hasta el hecho de que todos estuvieran ocupados le daba ocasión para criticar la<br />
vida de los alejandrinos. Pero aun descontando la mala voluntad <strong>del</strong> emperador, esta carta nos da la impresión de una<br />
ciudad rica, con gran actividad comercial e intelectual, en la que por tanto se mezclaban y confundían toda suerte de<br />
doctrinas.<br />
Por otra parte, Adriano no menciona las verdaderas glorias de Alejandría. Además de su faro, que era una de las siete<br />
maravillas de la antigüedad, Alejandría contaba con su famosísima biblioteca y con su Museo o templo de las musas,<br />
es decir, algo así como una universidad. Allí se daban cita los más distinguidos pensadores <strong>del</strong> momento, y por tanto<br />
Alejandría era conocida en todo el Imperio como el centro de la vida intelectual <strong>del</strong> Mediterráneo.<br />
Fue en esa ciudad que Clemente halló a Panteno, y formó su teología. Por tanto, no ha de extrañarnos el que su<br />
propio pensamiento muestre notables afinidades hacia el pensamiento filosófico de su época. Además, Clemente no fue<br />
pastor como Ireneo, sino maestro, y maestro de intelectuales. Por tanto, lo que él busca no es tanto exponer la fe tradicional<br />
de la iglesia, ni guiar a todo el rebaño de tal modo que evite caer en las redes de las herejías, sino más bien ayudar<br />
a quienes buscan las verdades más profundas, y convencer a los intelectuales paganos de que el <strong>cristianismo</strong> no es<br />
después de todo la religión absurda que sus enemigos pretenden.[Vol. 1, Page 93]<br />
En su Exhortación a los paganos, Clemente da muestras de su método teológico al apelar a Platón y otros filósofos.<br />
“Busco conocer a Dios, y no sólo las obras de Dios. ¿Quién me ayudará en mi búsqueda? [...] ¿Cómo entonces, oh Platón,<br />
ha de buscarse a Dios?” El propósito de Clemente en este pasaje es mostrarles a sus lectores paganos que buena<br />
parte de las doctrinas cristianas encuentra apoyo en las enseñanzas de Platón. De ese modo los paganos podrán acercarse<br />
al <strong>cristianismo</strong> sin creer que se trata, como decían muchos, de una religión de gentes ignorantes y supersticiosas.<br />
Pero la razón por la que Clemente apela a Platón no es sólo la conveniencia <strong>del</strong> argumento. Clemente está convencido<br />
de que la verdad es una sola, y que por tanto cualquier verdad que Platón haya conocido no puede ser distinta de la<br />
verdad que se ha revelado en Jesucristo y en las Escrituras. Según él, la filosofía les ha sido dada a los griegos de igual<br />
modo que la Ley les ha sido dada a los judíos. Y tanto la filosofía como la Ley tienen el propósito de llevar a la verdad<br />
última, que nos ha sido revelada en Jesucristo. Los filósofos son a los griegos lo que los profetas fueron a los judíos. Con<br />
los judíos Dios ha establecido el pacto de la Ley; y con los griegos, el de la filosofía.<br />
¿Cómo entonces hemos de coordinar lo que nos dicen los filósofos con lo que nos dicen las Escrituras? A simple vista,<br />
parece haber una enorme distancia entre ambos. Pero según Clemente un estudio cuidadoso de las Escrituras nos<br />
llevará a las mismas verdades que los filósofos enseñaron. Esto se debe a que todas las Escrituras están escritas en<br />
alegorías o, como dice Clemente, en parábolas. El texto sagrado tiene siempre más de un sentido. El sentido literal no ha<br />
de despreciarse. Pero quien se queda en él es como el niño que se contenta con beber leche, y nunca llega a ser adulto.<br />
Más allá <strong>del</strong> sentido literal se encuentran otros sentidos que el verdadero sabio ha de descubrir.<br />
La relación entre la fe y la razón es muy estrecha, pues una no puede funcionar sin la otra. La razón siempre construye<br />
sus argumentos sobre la base de ciertos principios que ella misma no puede demostrar, pero que acepta por fe.<br />
Para el sabio, la fe ha de ser entonces el primer principio, el punto de partida, sobre el cual la razón ha de construir sus<br />
edificios. Pero el cristiano que se queda en la fe, al igual que el que no va más allá <strong>del</strong> sentido literal de las Escrituras, es<br />
como el niño de leche, que no puede crecer por falta de alimento sólido.<br />
Frente a tales personas, que se contentan con los rudimentos de la fe, se encuentra el sabio o, como dice Clemente,<br />
el “verdadero gnóstico”. El sabio va más allá <strong>del</strong> sentido literal de las Escrituras, y de los rudimentos de la fe. El propio<br />
Clemente concibe entonces su propia tarea, no como la <strong>del</strong> pastor que guía a la grey, sino como la <strong>del</strong> “verdadero gnóstico”<br />
que dirige a otros de iguales inclinaciones. Naturalmente, esto tiende a producir una teología de tipo elitista, y Clemente<br />
ha sido criticado frecuentemente por esa tendencia en su pensamiento.<br />
En cuanto al contenido mismo de la teología de Clemente, hemos de decir poco. Aunque él piensa estar sencillamente<br />
interpretando las Escrituras, su exégesis alegórica le hace posible encontrar en ellas ideas y doctrinas que vienen<br />
más bien de la tradición platónica. Dios es el Uno Inefable, acerca <strong>del</strong> cual es imposible decir cosa alguna en sentido<br />
recto. Todo lo que podemos decir de Dios consiste en negarle todo límite. Lo demás es lenguaje metafórico, que nos<br />
resulta útil porque no tenemos otro, pero que sin embargo no describe a Dios[Vol. 1, Page 94] .