justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1
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con San Francisco de Asís. En el caso de Foulques, el Papa le encomendó la predicación de la nueva cruzada. Esto era<br />
<strong>del</strong> agrado de Foulques, quien inmediatamente se dedicó a anunciar una gran empresa en la que los pobres, por razón<br />
de la elección divina, eran los únicos capaces de derrotar a los infieles. A fin de sostenerlos, Foulques recaudó “el tesoro<br />
de la Cruzada”. Luego todo guerrero hábil, por muy pobre que fuese, podía participar directamente de aquel proyecto. Y<br />
los que no podían acudir personalmente podían ofrecer su apoyo económico, aunque fuese tan pequeño como la ofrenda<br />
de la viuda.<br />
Así reunió un gran ejército, tanto de pobres como de nobles, dispuesto a marchar bajo la dirección <strong>del</strong> Papa. Para<br />
proveerles transporte, se negoció con la República de Venecia, cuya flota debía llevarlos a Egipto. En pago por ese servicio,<br />
los venecianos pedían que, camino a Egipto, los cruzados se detuvieran en una ciudad que los húngaros les habían<br />
arrebatado, y se la devolvieran a Venecia. Al principio Inocencio se opuso al uso de los soldados de Cristo contra los<br />
húngaros, que eran también cristianos. Pero a la postre, temeroso de que el ejército se deshiciera antes de embarcarse,<br />
accedió. Los cruzados reconquistaron la ciudad, se la devolvieron a los venecianos, y se prepararon a proseguir su camino.[Vol.<br />
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Pero en el entretanto otras negociaciones secretas estaban teniendo lugar. El trono de Constantinopla estaba en<br />
disputa, y uno de los pretendientes le había pedido a Inocencio que lo apoyara, y le prometió que cuando se ciñera la<br />
corona colocaría a la iglesia griega bajo la autoridad papal. Inocencio le prometió ayuda, pero rechazó su plan de que los<br />
cruzados, antes de ir a Egipto, pasaran por Constantinopla y pusieran sobre el trono al protegido <strong>del</strong> Papa. A pesar de la<br />
negativa <strong>del</strong> Pontífice, las negociaciones continuaron con los cruzados. El pretendiente, que se llamaba Alejo, les prometió<br />
participar con ellos en la cruzada, y mantener en Tierra Santa un destacamento de al menos quinientos caballeros.<br />
Además, parece que buena cantidad de oro bizantino pasó a manos de varios de los jefes de la cruzada. El hecho es<br />
que ésta, en lugar de dirigirse directamente a Egipto, fue a Constantinopla, donde hizo coronar a Alejo IV. Pero éste no<br />
fue capaz de sostenerse en el poder, ni de cumplir las promesas hechas a quienes se lo habían dado. A los pocos meses<br />
fue depuesto por Alejo V. Los cruzados aprovecharon esta coyuntura para tomar la ciudad por segunda vez, deponer<br />
al nuevo emperador, dedicarse al saqueo, y por fin elegir otro emperador. Este soberano, electo por un colegio de seis<br />
venecianos y seis franceses, era Balduino de Flandes.<br />
Así se fundó el Imperio Latino de Constantinopla, que pretendía ser la continuación <strong>del</strong> Imperio Bizantino. Inmediatamente<br />
se nombró también un patriarca latino, y de ese modo, en teoría al menos, las iglesias de Oriente y de Occidente<br />
quedaron unidas, bajo la obediencia <strong>del</strong> Papa. Al principio, éste no recibió con agrado las noticias de lo que los cruzados<br />
habían hecho. Pero a la postre aceptó los hechos consumados, y llegó a pensar que la divina Providencia, en su<br />
inescrutable sabiduría, había utilizado este medio para reunir la iglesia bajo una sola cabeza.<br />
Empero los bizantinos no aceptaron aquel atropello como un hecho consumado. Balduino y sus sucesores pudieron<br />
ejercer su autoridad mayormente en la porción europea <strong>del</strong> Imperio. Aun allí, el Epiro se hizo independiente bajo el “déspota”<br />
—entiéndase “soberano”— Miguel I. Su sucesor, Teodoro, tomó a Tesalónica en el 1224 y allí se hizo coronar emperador.<br />
Este Imperio Bizantino de Tesalónica duró hasta el 1246. En el entretanto, los bizantinos <strong>del</strong> Asia Menor, bajo la<br />
dirección de Teodoro Láscaris, fundaron el Imperio Bizantino de Nicea. A pesar de tener que luchar contra los turcos <strong>del</strong><br />
Sultanato de Iconio al este, y los latinos al oeste, este imperio perduró y a la larga se impuso. En el 1246 se adueñó de<br />
Tesalónica y en el 1261, de Constantinopla.<br />
La aventura latina en Constantinopla había terminado. Pero su precio fue altísimo, pues a partir de entonces los bizantinos<br />
vieron con gran recelo a los occidentales. Además, su poderío quedó quebrantado, lo cual facilitó la conquista<br />
de Constantinopla por los turcos otomanos en el 1453.<br />
La Quinta Cruzada fue dirigida por el “rey de Jerusalén”, Juan de Brienne. Aunque desde varios años antes los cristianos<br />
habían perdido a Jerusalén, todavía se conservaba ese título. Con el fin de recobrar su supuesta ciudad capital,<br />
Juan capitaneó esta cruzada, que atacó primero a Egipto. Su único logro fue tomar la plaza de Damieta, en el 1220.<br />
La Sexta Cruzada fue dirigida por un emperador excomulgado, y a pesar de ello dio mejores resultados que casi todas<br />
las anteriores. El emperador Federico II había hecho voto de participar en una cruzada. Sus muchas demoras, y<br />
otros motivos de tensión, llevaron a Gregorio IX a excomulgarlo y a declarar que cualquier expedición dirigida por él tendría<br />
lugar en desobediencia al papado. La respuesta <strong>del</strong> [Vol. 1, Page 394] Emperador fue emprender entonces lo que<br />
por tanto tiempo había postergado. En Tierra Santa, hizo con el sultán un tratado mediante el cual el Emperador recibía<br />
Jerusalén, Belén, Nazaret y los caminos que unían a esas ciudades con San Juan de Acre. A cambio de ello, Federico<br />
se comprometía a respetar la vida y hacienda de los musulmanes, y a evitar que los cristianos enviaran nuevas expediciones<br />
contra el Egipto. Después el Emperador entró en la Ciudad Santa y, al no encontrar quien estuviera dispuesto a<br />
hacerlo, él mismo se coronó rey de Jerusalén. Al recibir noticias de lo acontecido, Gregorio se enfureció, y protestó contra<br />
lo que para él era una confabulación satánica entre un soberano cristiano y el infiel. Pero las masas de Europa vieron<br />
en Federico al “libertador de Jerusalén”, y como tal lo recibieron.