11.11.2014 Views

justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1

justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1

justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

180<br />

se encontraba en medio de la villa. Los cristianos, tanto cruzados como residentes de Antioquía, se lanzaron a las calles<br />

y mataron a todos los turcos que no se refugiaron en la ciuda<strong>del</strong>a con suficiente rapidez.<br />

El entusiasmo de la victoria duró sólo cuatro días. El siete de junio un nuevo ejército turco, al mando de Kerbogat, le<br />

puso cerco a Antioquía. Los cristianos se encontraban entonces entre dos fuerzas enemigas, el nuevo ejército que ahora<br />

los sitiaba y los antiguos sitiados, que todavía dominaban la ciuda<strong>del</strong>a. La situación era desesperante; el hambre, insoportable.<br />

El largo sitio, y la enorme matanza, habían dado lugar a epidemias terribles.<br />

Fue entonces cuando un humilde campesino provenzal, llamado Pedro Bartolomé, fue a ver a los jefes de la Cruzada<br />

para confiarles las visiones que había tenido. En ellas San Andrés y el propio Jesucristo se le habían aparecido, y le<br />

habían dicho que la lanza que había herido el costado <strong>del</strong> Señor se hallaba enterrada bajo la iglesia de San Pedro, allí<br />

mismo, en Antioquía. Al principio los jefes no le prestaron atención. En aquel ejército abundaban las visiones. Pero después<br />

el sacerdote Esteban tuvo otras revelaciones en las que parecía confirmarse lo que Pedro Bartolomé había dicho.<br />

Por fin los jefes decidieron ir a buscar la Santa Lanza. Todo el día cavaron donde Pedro Bartolomé les indicó. Estaban<br />

dispuestos a abandonar la búsqueda cuando el visionario saltó al hoyo y besó algo que apenas se veía en el fondo. Con<br />

redoblado ánimo, los que cavaban exhumaron lo que el vidente les indicaba, ¡y descubrieron que era una lanza!<br />

Un frenesí se posesionó <strong>del</strong> ejército. En otra visión, Pedro Bartolomé recibió el mandamiento de que los cruzados<br />

ayunaran por cinco días, y después atacaran a los que los cercaban. Cuando, después <strong>del</strong> período de ayuno, aquel ejército<br />

casi <strong>del</strong>irante se lanzó sobre los turcos, con la Santa Lanza como estandarte, las tropas de Kerbogat huyeron despavoridas.<br />

En medio <strong>del</strong> desorden, fueron miles los turcos [Vol. 1, Page 386] que murieron, mientras sus enemigos los<br />

perseguían sin tregua. El ejército turco quedó deshecho. Por fin, los cruzados regresaron al campamento <strong>del</strong> enemigo,<br />

para tomar el botín de guerra. Allí encontraron numerosas mujeres que los turcos habían traído consigo, y un cronista<br />

nos cuenta que era tal el fervor de aquellos soldados cristianos que “no les hicimos nada malo, sino sólo matarlas a lanzadas”.<br />

La conquista de Antioquía no facilitó la empresa de los cruzados. Bohemundo quería la ciudad para sí, de igual modo<br />

que Balduino antes había tomado a Edesa. Raimundo de Tolosa insistía en el juramento hecho al emperador bizantino.<br />

Tales disensiones demoraban la marcha sobre Jerusalén. Por fin el ejército, que veía su entusiasmo refrenado, amenazó<br />

a los nobles, diciéndoles que puesto que Antioquía parecía causar tales contiendas lo mejor sería destruir sus murallas,<br />

para que nadie se dejase llevar por la ambición. Ante tales amenazas, los nobles hicieron unas paces forzadas.<br />

Bohemundo quedó en Antioquía, en tanto que Raimundo y el grueso <strong>del</strong> ejército proseguían hacia Jerusalén. Pero antes<br />

de salir Raimundo ordenó la destrucción de las defensas, y le prendió fuego a la ciudad. Ademar de Puy, el único capaz<br />

de mantener unidos a aquellos nobles de ambiciones discordantes, había muerto de la fiebre en Antioquía. No había<br />

ahora más jefes religiosos reconocidos que los visionarios al estilo de Pedro Bartolomé.<br />

Según se acercaban al final de su larga peregrinación, la gente <strong>del</strong> pueblo insistía cada vez más en que se apresurara<br />

la marcha. Pero los nobles, acostumbrados como estaban a guerrear en pos de botín y tierras, querían detenerse a<br />

cada paso para asediar una ciudad o tomar una fortaleza. Al llegar a Trípoli, el emir de esa ciudad los recibió cortésmente<br />

y les prometió pagar fuerte tributo. Pero Raimundo pensó que quizá se lograría un pago más elevado si antes de<br />

hacer un trato tomaban la fortaleza de Arca. El ejército se resistía a esta nueva demora. Godofredo de Bouillon, quien<br />

había salido en una breve expedición, se unió de nuevo al grueso de las tropas, y tomó el partido <strong>del</strong> pueblo. Era necesario<br />

continuar de inmediato la marcha hacia Jerusalén.<br />

Pedro Bartolomé, el visionario que había llevado al descubrimiento de la Santa Lanza, tuvo una nueva revelación, en<br />

la que se le dijo que la expedición no debía tardar más en el camino. Si iban a tomar Arca, debían hacerlo de inmediato,<br />

mediante un ataque frontal, y continuar inmediatamente hacia la Ciudad Santa. Raimundo y los suyos no le prestaron<br />

atención. El vidente se declaró pronto a probar su visión mediante el fuego. El Viernes Santo, a prima tarde, cuarenta mil<br />

testigos se reunieron para presenciar las ordalías. Dos piras fueron encendidas. Entre ellas había un pasadizo estrecho<br />

de unos cuatro metros de largo, por donde debía transitar el presunto profeta. Este, tras pedir la ayuda <strong>del</strong> cielo, tomó la<br />

Santa Lanza, y con paso firme y decidido se adentró entre las llamas. Allí lo vieron cuarenta mil testigos pasearse lentamente,<br />

hasta que salió al otro lado. Sobre lo que sucedió entonces los cronistas difieren. Hay quien dice que el falso<br />

profeta cayó exánime al otro lado, y que esa noche murió a consecuencia de sus quemaduras. Pero la versión que se<br />

difundió entre los cruzados era que, al verlo salir ileso de las llamas, el pueblo se lanzó sobre él, para tratar de tocarlo, o<br />

de obtener un pedazo de sus ropas a modo de reliquia, y que el tumulto fue tal que sus propios seguidores le quebraron<br />

varios huesos, a consecuencia de lo cual murió esa noche.<br />

En todo caso, la mayoría de los cruzados no estaba dispuesta a continuar el sitio de Arca, que pronto fue levantado.<br />

A regañadientes, Raimundo siguió el impulso incontenible que parecía arrastrar a aquel ejército hacia Jerusalén. Pero el<br />

resultado [Vol. 1, Page 387] de su ambición fue que perdió el apoyo con que antes había contado entre los soldados. Su

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!