justo-l-gonzalez-historia-del-cristianismo-tomo-1
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frase que se ha hecho famosa: “¿Qué tiene que ver Atenas con Jerusalén? ¿O qué tiene que ver la Academia con la<br />
Iglesia?” Tertuliano escribió estas líneas porque, como veremos más a<strong>del</strong>ante, en su tiempo circulaban muchas tergiversaciones<br />
<strong>del</strong> <strong>cristianismo</strong>, y él estaba convencido de que esas herejías se debían a que algunos habían tratado de combinar<br />
la fe cristiana con la filosofía pagana.<br />
Pero aún antes de que tales herejías constituyeran una preocupación fundamental para los cristianos, ya había quienes<br />
adoptaban una postura semejante frente a la cultura clásica. Quizá el mejor ejemplo de esto pueda verse en el Discurso<br />
a los griegos que compuso Taciano, el más famoso discípulo de Justino. Esta obra es un ataque frontal contra todo<br />
lo que los griegos consideraban valioso, y una defensa de los “bárbaros”, es decir, de los cristianos.<br />
Los griegos llamaban “bárbaros” a todos los que no hablaban como ellos, y por tanto lo primero que Taciano les<br />
echa en cara es que ellos mismos no se han puesto [Vol. 1, Page 73] de acuerdo en cuanto a cómo ha de hablarse el<br />
griego, puesto que en cada región hablan de un modo distinto. Además, estas gentes que piensan que su lengua es la<br />
suprema creación humana han inventado la retórica, que no es sino el arte de vender las palabras por oro, ofreciéndolas<br />
al mejor postor, aunque con ello se pierda la libertad de pensamiento y se defienda la injusticia y la mentira.<br />
Todo lo que hay de valioso entre los griegos —prosigue Taciano— lo han tomado de los bárbaros. Así, por ejemplo,<br />
la astronomía la aprendieron de los babilonios, la geometría de los egipcios y la escritura de los fenicios. Y lo mismo<br />
puede decirse acerca de la filosofía y de la religión, puesto que los escritos de Moisés son mucho más antiguos que los<br />
de Platón, y hasta más antiguos que los de Homero. Si de veras Homero y Platón eran personas cultas, según los propios<br />
griegos dicen, es de suponerse que conocieron los escritos de Moisés. Por tanto, cualquier coincidencia entre la<br />
cultura supuestamente griega y la religión de los “bárbaros” hebreos y cristianos se debe a que los griegos han aprendido<br />
su sabiduría de los bárbaros. Pero en todo caso lo cierto es que los griegos, al leer la sabiduría de los “bárbaros”, no<br />
la entendieron, y por tanto adulteraron la verdad que los hebreos conocían. Por tanto, la supuesta sabiduría griega no es<br />
sino un pálido reflejo y una caricatura de la verdad que Moisés conoció y que los cristianos ahora predican.<br />
Si esto es cierto de lo mejor de la cultura pagana, podemos adivinar lo que Taciano ha de decir acerca de los dioses<br />
de los griegos. Acerca de los dioses, Homero y los demás poetas griegos cuentan cosas dignas de vergüenza, pues<br />
entre ellos se practica la mentira, el adulterio, el incesto y el infanticidio. ¿Cómo entonces se nos ha de pedir que honremos<br />
a tales dioses, si son a todas luces inferiores a nosotros? Por último, añade Taciano, no olvidemos que muchas de<br />
las esculturas que los griegos adoran son en realidad estatuas de mujerzuelas y prostitutas a quienes los escultores<br />
tomaron por mo<strong>del</strong>os. Por tanto, los mismos griegos que critican a los cristianos por ser de baja clase social en realidad<br />
adoran a gentes de esa misma clase.<br />
Empero no todos los cristianos adoptaban esa postura totalmente negativa ante la cultura pagana. El más claro<br />
ejemplo de una actitud mucho más positiva hacia esa cultura lo tenemos en Justino, el maestro de Taciano. Justino es<br />
sin lugar a dudas el más distinguido pensador cristiano de mediados <strong>del</strong> siglo segundo. Antes de hacerse cristiano, había<br />
estudiado las diversas filosofías que en su época se ofrecían como más acertadas, y había llegado por fin a la conclusión<br />
de que el <strong>cristianismo</strong> era “la verdadera filosofía”. Al convertirse al <strong>cristianismo</strong>, Justino no dejó de ser filósofo, sino que<br />
se dedicó a hacer “filosofía cristiana”, y buena parte de esa filosofía consistía en descubrir y explicar las relaciones entre<br />
el <strong>cristianismo</strong> y la sabiduría clásica. Por lo tanto, Justino no albergaba hacia esa filosofía los mismos sentimientos radicalmente<br />
negativos de su discípulo Taciano. Esto no quiere decir, sin embargo, que Justino haya comprometido su fe, o<br />
que fuese un cristiano de escasa convicción, pues cuando le llegó el momento de testificar de Cristo ante las autoridades<br />
imperiales lo hizo con toda firmeza, y por tanto la posteridad le conoce con el honroso nombre de “Justino Mártir”.<br />
Justino ve varios puntos de contacto entre el <strong>cristianismo</strong> y la filosofía pagana. Los mejores filósofos, por ejemplo,<br />
hablaron de un ser supremo que se encuentra por encima de todos los demás seres, y <strong>del</strong> cual todos derivan su existencia.<br />
Sócrates y Platón sabían que existe la vida allende la muerte física; y Sócrates mostró la fuerza de esa creencia en<br />
su muerte ejemplar. Platón también sabía que este mundo [Vol. 1, Page 74] no agota toda la realidad, sino que hay otro<br />
mundo de realidades eternas. En todo esto, los filósofos tenían razón. Justino no está completamente de acuerdo con<br />
ellos, puesto que él sabe, por ejemplo, que el centro de la esperanza cristiana no es la inmortalidad <strong>del</strong> alma, sino la<br />
resurrección <strong>del</strong> cuerpo. Pero a pesar de ésta y otras diferencias, hay en los filósofos atisbos de la verdad que no es<br />
posible explicar como una mera coincidencia. ¿Cómo explicar entonces este acuerdo parcial entre los filósofos y la fe<br />
cristiana? Justino lo explica acudiendo a la doctrina <strong>del</strong> “logos”.[Vol. 1, Page 75]<br />
El término griego “logos” quiere decir tanto “palabra” como “razón”. Según los filósofos griegos, todo lo que nuestra<br />
mente alcanza a comprender lo alcanza porque de algún modo participa <strong>del</strong> “logos” o razón universal. Por ejemplo, si<br />
podemos comprender que dos y dos son cuatro, esto se debe a que tanto en nuestra mente como en el universo existe<br />
un “logos”, una razón u orden, según el cual dos y dos son cuatro. Ahora bien, lo que los cristianos creen es que en Jesucristo<br />
ese logos (y ésta es la palabra que aparece en el prólogo <strong>del</strong> Cuarto Evangelio) se ha hecho carne. Lo que Juan